Ana Moya, autora de Immorality act

Verónica:  ¡Hola Ana! gracias por compartir este espacio dedicarme un tiempo para charlar. Tuve la oportunidad de leer tu novela y uno de los elementos que me dio más curiosidad mientras la leía era cuáles habían sido tus lecturas durante el proceso de escritura. ¿Te documentaste desde el punto de vista literario de autores sudafricanos (Gordimer, Coetzee), desde el punto de vista histórico o ambos?

Ana: ¡Hola, Verónica! Es un placer charlar contigo, ya sabes lo mucho que me gustó la reseña que hiciste sobre la novela. En respuesta a tu pregunta: sí, me documenté muchísimo desde ambos puntos de vista, literario e histórico. Además, tengo la suerte de formar parte del Centro de Estudios Africanos de Barcelona y allí tuve acceso a especialistas sobre Sudáfrica y el apartheid que me ayudaron con la contextualización histórica. Uno de los libros que también me ayudó mucho fue My Traitor’s Heart de Rian Malan: las memorias de un sudafricano de origen afrikáner que huyó de su país después de enfrentarse a las atrocidades del apartheid. En el libro narra su regreso en los 80, después de ocho años de exilio, y nos ofrece un testimonio del terrible daño físico y emocional que el racismo causó a generaciones de sudafricanos.

También me ayudaron mucho otras obras como Prohibido nacer de Trevor Noah y, como comentabas en la pregunta, algunas de las novelas de Coetzee, Gordimer y Zakes Mda (que sufrió directamente las consecuencias del apartheid).

De hecho, ¡me gustaría compartir contigo una anécdota!

Cuando estaba empezando a pensar en la sinopsis de la novela, encontré en el Mercat de Sant Antoni una novela de Nadine Gordimer: Un mundo de extraños. En la contraportada explicaba el argumento y resultó ser exactamente la misma historia que yo había pensado y empezado a escribir. ¡Casi igual! ¡Y nada menos que de Nadine Gordimer, premio Nobel! Compré la novela, claro, y la leí en dos días. Al final me relajé porque si el esquema de la historia era muy parecido, al mismo tiempo no tenía nada que ver con la mía. Los esqueletos de las historias pueden parecerse, pero cada novela es distinta, la mirada de quién la cuenta es diferente. No hay tantos argumentos posibles: es decir, Sherlock Holmes y el Doctor House son el mismo personaje, ¿verdad? Pero al final sí hay millones de maneras diferentes de contar una historia, de recrearla y de conversar con los lectores. Claro, que estamos hablando de Nadine Gordimer, una autora increíble… ¡Qué mal rato pasé!

Verónica: pues sí que te documentaste bien. Es una suerte que pudieras contar con el centro de estudios africanos como apoyo. Yo llegué a pensar que habías vivido allí de niña. Me apunto los títulos que mencionas. Tu obra me ha abierto el apetito por conocer más de la historia y la cultura de la zona.

Mientras leía Immorality act recordé Desgracia (Coetzee) la temática no se parece, pero ambas tocan un aspecto que considero muy interesante: en medio de unas circunstancias o sucesos que no agradan, o incluso pueden horrorizar a los personajes, éstos encuentran en la aceptación (bien de ellos mismo como seres frágiles, bien de los hechos) un camino para continuar. Lo percibo como una forma de asimilar la vida propia de la región. Has estado también en Namibia, ¿coincides en la afirmación? ¿Crees que una de las secuelas del aparheid fue una forma de aceptar la vida diferente de la occidental?

Ana: Estoy de acuerdo con que los seres humanos tenemos la capacidad de luchar para salir adelante incluso después de sufrir las experiencias más horribles. Pero en la sociedad sudafricana de hoy en día, más de treinta años después del fin del apartheid, la brecha entre “los que tienen” y “los que no tienen” es todavía enorme y, además, aunque el racismo institucionalizado haya desaparecido, creo que su herencia todavía está presente en el día a día del país.

Antes de la llegada de los colonizadores europeos, la zona que ahora llamamos Sudáfrica estaba habitada por diversas comunidades muy ricas en estructuras sociales y en diversidad de idiomas, culturas y sistemas de gobierno. Con una rica cosmovisión propia, distinta de la occidental. Con sus luces y sus sombras, claro, como la nuestra. Y entonces llegó la colonización. Y trajo consigo la imposición de nuevas formas de gobierno occidentales que favorecieron a la población de ascendencia europea en detrimento de las comunidades africanas. Y ese nuevo gobierno también impuso el apartheid, un sistema legal que dividió a la población por la fuerza y creó categorías de personas con diferentes derechos y privilegios. Todo esto tuvo un impacto en la construcción de la identidad y la autoestima de las personas, especialmente entre aquellos que fueron sistemáticamente marginados, y generó divisiones profundas en la sociedad sudafricana. Todavía hoy, tanto tiempo después, se puede sentir una gran falta de confianza entre esas comunidades, porque las graves consecuencias psicológicas que provocó el racismo no se limitaron a las personas que vivieron directamente bajo ese sistema, sino que también se han transmitido hasta nuestros días a través de generaciones. ¿Cómo superarlo? No es sencillo, pero siguen trabajando para conseguirlo, y espero que lo logren.

Verónica: Hay muchas cicatrices en las sociedades: racismo, diferencias políticas, religión, que tardan en desaparecer. Ojalá y algún día se borren del todo.

Ahora concretamente del apartheid ¿Crees que la visión que tiene una extranjera acerca del apartheid difiere de la que puedan tener gentes locales? ¿Crees que se refleja en la obra?

Ana: Es una pregunta muy interesante y, de hecho, siento mucha curiosidad por saber qué piensas tú también sobre el tema después de la reciente publicación de tu novela Arena Negra, que transcurre en Bali.

Personalmente, sí estoy segura de que mi visión es distinta y eso es algo que influyó muchísimo en la manera de contar la historia. Primero, en la decisión de que fuera el punto de vista de una extranjera el que nos condujera a través de la trama, el de una joven inglesa que llega a la Sudáfrica de los últimos años del apartheid y no entiende casi nada. Una mirada externa, como la mía.

Pero también influyó en que, en el fondo, los tres personajes protagonistas son personas que se encuentran en lo que podríamos llamar una frontera: son personas que no encajan al cien por cien en ninguna de las categorías establecidas (de ahí el juego con con el fantasma de la novela, por ejemplo, que también habita la frontera de dos mundos).

Y como extranjera, el personaje que más me preocupaba era Lungile, un joven de origen zulú que recibe directamente las horribles consecuencias del racismo. Tenía mucho miedo de caer en la creación de estereotipos al hablar de una cultura tan alejada de la mía, claramente más alejada que la de Julia y también más que la de Andrew. Y por eso elegí un personaje educado en una misión católica y que al principio de la historia, sólo al principio, vive fascinado por algunos aspectos de la cultura occidental.

Verónica: Coincido contigo. Sentí mucho respeto, y hasta miedo, por escribir acerca de una cultura que no es aquella donde nací, pero soy optimista, quiero pensar que aporta una visión diferente libre de sus cicatrices históricas.

Una pregunta de pura curiosidad literaria. En la entrevista pasada que te hicimos en Irredimibles le comentaste a Pablo que no te veías en la voz de Lungile, por ejemplo (cuando comentaste que habías descartado al narrador múltiple). También comentaste que en las clases que impartes hablas de los errores que consideras que tiene alguna de tus obras, Si volvieras la vista atrás, cuéntanos ¿Qué cambiarías de Immorality act y por qué?

Ana: Bueno, la verdad es que ¡tardé varios años en escribir la novela! Y en parte tardé tanto tiempo porque tuve que corregir bastantes cosas durante el proceso creativo.

Una de las correcciones tuvo que ver precisamente con el narrador, tal como comentas en la pregunta. El nuevo narrador, además de ayudarme a trabajar con más tranquilidad a Lungile, también me permitió que el personaje de Andrew fuera mejor comprendido por los lectores. Era de entrada un personaje muy antipático, ya que contaba con todos los privilegios del sistema, unos privilegios que le convertían en un traidor de cara a sus amigos. Pero el nuevo narrador facilitaba que los lectores pudieran acercarse más a él, a lo que realmente sentía, y que entendieran al blanco africano un poco más en su contradicción. Ah, y antes de cambiar el narrador también me había dado cuenta de que debía rejuvenecer precisamente al Andrew del inicio de la historia, para presentarlo como un preadolescente que todavía no hubiera interiorizado del todo el ideario del apartheid y se permitiera el conectar con dos personas tan distintas a él como Julia y Lungile.

Pero aún así, después de revisar y revisar, cambiar y volver a cambiar, todavía ahora encuentro errores o partes que trabajaría más, como puede ser la adjetivación. O por ejemplo, hace pocos días un amigo me comentó que en la novela hay un momento en el que se habla de la obertura de La Bohème cuando es una ópera que no tiene obertura. Así que, la revisión de las novelas ¡parece que no acaba jamás! Y eso que no te he hablado de Cafè Zoo, mi primera novela, ¿de cuántas horas dispones para charlar? 😉

Verónica: vaya, pues yo no me di cuenta del detalle que mencionas de la ópera (así que yo tampoco sabía Ups). Ahora me permito decir que Andrew quedó rejuvenecido y estupendo al principio de la historia,  ¿Te basaste en alguna persona real para la creación de alguno de los personajes de la novela, o son todos el producto de la ficción?

Ana: Los tres personajes del libro son producto de la ficción, pero la idea inicial de la historia nació de una situación real. Sucedió cuando mi pareja y yo estábamos de viaje por Sudáfrica y llegamos a Pietermaritzburg, el escenario de la novela. Nos alojamos en un hostel que estaba a punto de cerrar. Éramos los últimos clientes del negocio, así que el propietario, André, fue muy simpático con nosotros y nos invitó a cenar a su casa.

Durante la cena nos confesó que cerraba el hostel y se iba de la ciudad porque había cambiado, sentía que había desaparecido el ambiente de bohemia cultural, los teatros, las óperas… Su conversación era muy melancólica y, mientras cenábamos a la luz de las velas, sonaba música clásica (no la obertura de La Bohème, que ahora ya sé que no existe, glups). Pero nosotros justamente aquella misma mañana habíamos descubierto en Pietermaritzburg una ciudad africana llena de energía, de oportunidades, una ciudad negra que había conservado muchas de las huellas blancas del pasado como museos de los que aprender. Me quedé muy impresionada por ese choque de visiones, dos miradas tan distintas sobre el mismo lugar. Y esa fue la idea que me llevó a la historia.

Verónica: Te cuento que me ocurrió algo similar con Arena negra. Surgió a raíz de una conversación que tuve con el chofer que nos llevó, a mi exnovio y a mí, desde el aeropuerto hasta el sitio de Airbnb que habíamos reservado. A veces una historia detona otra historia.

Bueno, ahora una pregunta libre ¿Cuál es la pregunta que te gustaría que te hiciera acerca de Inmorality act y que aún nadie te ha hecho?

Ana: ¡Qué difícil, Verónica! No sé, pues tal vez me gustaría que me preguntaras si ha sido o no fácil encontrar editorial para una historia que sucede en un país africano y en un momento histórico todavía bastante desconocido en nuestra sociedad.

Verónica: espero que haya sido fácil. Hay muchos momentos históricos que necesitan más visibilidad. Me leí tu novela con muchas ganas. ¿Hay algo que quisieras preguntarle a algún lector acerca de tu obra? (prometo responder).

Ana: ¡Claro! Me encantaría preguntarte sobre el desenlace, sobre si te parece que la decisión que toma Julia es la que tú hubieras tomado en su situación. Pero sé que no puedes responderme a esto sin desvelar parte del final, le quitaríamos emoción a la historia.

Así que voy a hacer trampa y voy a preguntarte precisamente lo que comentaba antes: tú que has escrito Arena Negra, una novela ambientada también en una cultura distinta a la tuya, ¿compartes conmigo las mismas dudas a la hora de acercarte a la cultura balinesa?

Verónica: Voy a responder a las dos cosas procurando no estropearle la lectura a nadie. El momento en el que están en plena calle y Julia decide me parece inmenso, porque ella está enfrentándose a la persona que es por dentro. Una parte de mí hubiera tomado la misma decisión que Julia y es triste y humano y da rabia y creo que es de las mejores partes del libro.

En cuanto a Arena negra, tengo las  mismas dudas que enfrentaste tú. Pienso que pude haberme documentado más y otras obsesiones. De hecho, tengo en mente la posibilidad de escribir una secuela, y para esta segunda parte quisiera volver a Bali y entrevistar a muchas personas de allí, quisiera documentarme hasta que no quede libro que hable del tema sin leer, me gustaría meterme en la piel de los personajes y hacerlo bien. Sin embargo, creo que haré lo que pueda y lo retocaré tantas veces que acabaré publicando (ojalá) solo para dejar de retocar.

Mil gracias por compartir este rato. Ha sido un honor.

Ana Moya es miembro del equipo y del claustro de profesorado de la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès; del Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona; y autora de la novela Cafè Zoo (Viena Edicions, premio ciudad de Badalona 2012) y del poemario Monstres i rellotges (Ediciones Oblicuas). En 2022, publicó la novela Immorality Act (ediciones de Salinas) y quedó finalista del premio de novela corta Just M. Casero con El carrer on vius, que se publicará a principios de 2025.


Verónica Avilés Calderón

Escribir me enfrenta a la vida. Es la dosis de humildad que necesita mi ego, la dosis de generosidad que necesita mi alma, la forma de mirar el mundo que me permite afrontar cada día como lo que es: un milagro. Soy la autora de la novela “Arena Negra” (Ed. Cuadranta, 2023) y coordinadora en Irredimibles.com.

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