Charlamos con la autora de Immorality Act, una novela situada en la Suráfrica de 1980 donde Julia, una adolescente inglesa que se ha trasladado a la pequeña ciudad de Pietermaritzburg durante el apartheid, conocerá a Andrew y a Lungile, en una visita escolar a la Mansión Macrorie, na casa victoriana con fantasma incluido. El encuentro entre los tres chicos será el inicio de una amistad contracorriente que seguiremos a través de los años y que los cambiará para siempre.

La trama de esta novela, centrada en los tres personajes protagonistas, es un retrato de las personas anónimas que combatieron el racismo institucionalizado —en el que ellos también participaron— con las armas de la cotidianidad.

Creo que es obligado empezar por el título de tu última novela. Immorality Act, ¿por qué un título en inglés? ¿De dónde viene?

Immorality Act hace referencia al nombre propio de una ley que nació en Sudáfrica en 1927. La ley prohibía cualquier relación sexual fuera del matrimonio entre “europeos” (personas blancas) e “indígenas” (personas negras). La pena podía alcanzar los cinco años de prisión para los hombres y cuatro para las mujeres. Ya en 1950, en la época del apartheid, una enmienda amplió la prohibición a cualquier relación sexual entre “europeos” y todos los “no europeos”. La Ley de inmoralidad da título a la novela porque, a pesar de no ser la protagonista de la historia, condiciona todo lo que ocurre en ella.

¿Qué esperas de Immorality Act? ¿Por qué deberíamos leerla?

En Immorality Act los lectores encontrarán la historia de una amistad contracorriente en la Sudáfrica de los años 80, una sociedad todavía controlada por los últimos años apartheid. Me gustaría que los tres protagonistas representasen a las personas anónimas que combatieron el racismo institucionalizado con las herramientas que tenían a mano, las de la cotidianidad. No son como los héroes de  los que todos hemos oído hablar (Mandela, Desmond Tutu), pero siento que sus pequeños gestos también tuvieron mucho valor, que marcaron una diferencia frente a la comodidad del dejarse llevar por los privilegios o la seguridad.

Julia es una adolescente inglesa que se ha trasladado a la pequeña ciudad de Pietermaritzburg y que observa todo lo que le rodea con la mirada de una recién llegada. Lungile es un estudiante zulú en la misión católica y que al inicio de la novela, sólo al inicio, se siente atraído por el mundo de los blancos. Y por último, Andrew, un joven descendiente de colonos ingleses: él es el primero en darse cuenta de que al mantener esa amistad no está cumpliendo con lo que la sociedad del apartheid espera de él. Los tres amigos son personajes atípicos en la frontera.

Bueno, esa es la trama de la novela, pero al mismo tiempo, también me gustaría que Andrew, Julia, Lungile, sus aciertos o equivocaciones, sus decisiones y renuncias nos invitaran a reflexionar sobre las consecuencias del racismo en nuestras vidas. ¿Cómo hubiéramos actuado nosotros en su situación? ¿Lo hubiésemos hecho mejor que ellos? ¿Cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar por vivir de acuerdo con nuestros ideales? ¿Hasta qué punto el miedo se interpone en nuestras relaciones con los demás?

La verdadera casa de Macrorie, en Pietermaritzburg Detalle de una (Foto de Ana Moya)

Tu primera novela Cafè Zoo, ganó el premio de novela Ciudad de Badalona. Supongo que este premio te abrió las puertas de la publicación. ¿Ha sido sencillo encontrarle “casa” a Immorality Act?

¡Han pasado muchos años! Pero le sigo teniendo un cariño enorme a Cafè Zoo. La escribí mientras vivía en Namibia y significa muchísimo para mí. Fue un orgullo ganar el premio y que la publicara Viena Edicions; además, disfruté muchísimo participando en los clubs de lectura de las bibliotecas de Badalona.

Immorality Act también me ha traído muchas cosas buenas y una de ellas ha sido conocer a Irene García Carbonell, la fundadora de ediciones de Salinas. Leí una entrevista que le hicieron a Irene en la que hablaba sobre el nacimiento de ediciones de Salinas en el pirineo de Huesca que me hizo pensar en Julia, la protagonista. No os puedo contar por qué, prefiero que lo descubráis al leer la historia. Pero la lectura de ese artículo me impulsó a visitar su web y a enviarle al manuscrito. Le gustó y mantuvimos una conversación por teléfono en la que descubrí que Irene había leído la historia  tal y como yo la había sentido. No sé, conectamos, me sentí como en casa. Eso es algo que valoro mucho. ¡Irene y yo nos hemos propuesto vender todos los ejemplares de la novela!, pero no sé si lo conseguiremos

También es cierto que antes de enviar el manuscrito a ediciones de Salinas había llamado a otras puertas. Algunas no respondieron, otras dijeron que no, y otras no me acabaron de convencer. Una profesora que admiro mucho siempre nos advierte de que acaban publicando los autores que resisten. Así que no nos queda otra que ser pesados y seguir insistiendo.

¿En qué ha cambiado como escritora la Ana Moya de Cafè Zoo a la de Immorality Act?

Hasta ahora siempre tendía a construir las historias hilvanando distintos instantes de la vida de los personajes o lugares que me obsesionaban. A veces esos fragmentos de vida los escribía a través de cuentos; otras, a través de poemas o escenas. En Cafè Zoo, por ejemplo, la historia estaba construida a través de varios relatos protagonizados por personajes distintos. En cambio, en Immorality Act, a pesar de estar construida a través de breves instantes de vida de los personajes como comentábamos antes, la historia es única. No sé si el tono ha evolucionado, pero sí ha sido todo un reto trabajar una única historia de principio a fin por primera vez.

¿Qué lleva una barcelonesa a escribir una novela sobre la amistad ambientada en Suráfrica?¿Qué te ofrecía Sudáfrica que no encontraras en Barcelona?

Mi relación con África Austral nació hace unos veinte años. La trama de la novela surgió durante los años en los que residí en Namibia, un país que había sufrido el apartheid hasta 1990 y en el que todavía hoy en día pueden sentirse la separación y sus consecuencias. Durante aquellos años tuve la oportunidad de conocer Pietermaritzburg, la ciudad en la que creció Tom Sharpe, y otros lugares de Sudáfrica en los que se desarrolla la historia. Al escribirla, me interesaba entender las distintas miradas proyectadas sobre esos espacios y las comunidades que los habitan, tratar de entender lo que significó el apartheid y las razones por las que su influencia todavía se siga sintiendo hoy en las calles.

Pero al mismo tiempo, siento que, aunque la historia esté ambientada en Sudáfrica, el tema del racismo puede trasladarse perfectamente a nuestras sociedades. Porque en Barcelona también hay personas que viven en mundos totalmente distintos. Algunas de esas personas construyen puentes y los cruzan, otras los dinamitan. Personalmente, me interesan mucho más las primeras, pero son una minoría.

Detalle de una casa de Piertermaritzburg (Foto de Ana Moya)

¿”Immorality Act” es una novela con una ambientación internacional y atemporal (transcurre en los ochenta), y por tanto con una proyección a poder ser traducida y vendida en distintos países, incluso más allá de mercado hispanoamericano? ¿Se debe a una aspiración de buscar lectores en todo el mundo?¿Cres que podría ser traducida y bien acogida por lectores de otras culturas?

Pues la verdad es que nunca había pensado en esto, ¡sería fantástico que se tradujera, claro!Mi relación con la cultura africana nació en la época en la que empecé a trabajar en el Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona. El CEAi me llevó a vivir en Namibia, y allí surgieron cientos de dudas que me llevaron hasta esta historia. Escogí los años 80 porque me interesaba escribir precisamente sobre el final del régimen del apartheid. Ese periodo, crucial en la historia de Sudáfrica, me permitía plantear un contraste entre la realización del sueño de libertad africano, que culminaba con la salida de Mandela de prisión, y lo que al mismo tiempo sucedía en la vida de los tres protagonistas de la novela. No sé lectores de otras culturas acogerían bien la novela, me gustaría pensar que sí. De hecho, me encantaría.

Has elegido un narrador en tercera persona, lejos de la corriente actual, casi modernista. ¿Por qué estas decisión narrativa?

¡No sabes la de vueltas que le he dado al narrador! En un principio pensé que si lo que quería era que los lectores se acercaran a los personajes de manera directa, que los conocieran como seres reales, ¿por qué no escribir la novela, por ejemplo, mediante tres narradores protagonistas? La estructura me lo permitía: una primera parte dedicada a Julia, otra en la que los tres amigos coinciden y luego capítulos dedicados a cada uno de ellos. ¿Por qué entonces esa voz que lo sabe todo? Te seré muy sincera: porque dudé de si sería realmente capaz de escribir un texto con unos narradores protagonistas tan alejados de mi contexto cultural. Sé que es algo posible de hacer, claro, pero en ese momento sentí que no lo era para mí. ¿Cómo narrar desde la personalidad de un joven africano de catorce años que vive bajo el apartheid sin que parezca una caricatura? Me daba mucho respeto. El caso de Lungile tal vez sea el más claro, pero la verdad es que también me pasaba con Julia, una adolescente inglesa en los 80, o Andrew, el hijo de once años de una familia de colonos en África del Sur.

Al final, el narrador externo me regaló la posibilidad de seguir adelante con la historia. Creo que mi relación con el Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona ha determinado mi enfoque al escribir esta historia. Ha sido muy importante trabajar la documentación y elegir un narrador adecuado con la idea de evitar la caricatura, la creación de estereotipos. Porque, a menudo, la información que nos llega sobre el continente africano está llena de ellos y colabora a la creación de prejuicios de todo tipo.

Eres profesora en la escuela de escritura Ateneu Barcelonès y anteriormente fuiste alumna de la misma escuela. ¿Escribes con más responsabilidad sabiendo que algunos de los lectores de tu novela van son tus alumnos?

Al principio nunca hablaba de las novelas con los alumnos, seguro que es una tontería pero no quería que se sintieran con la obligación de leerlas. Pero entones, alguno de ellos las encontraba en la web y las comentaba, y no entendían por qué si yo leía lo que ellos escribían ellos no podían hacer lo mismo conmigo. ¡Y tenían toda la razón! Ahora ya no me escondo y les obligo a comprarlas. No, ahora en serio: ya no evito hablar de las publicaciones porque normalmente comparto con ellos los errores que he cometido en el proceso, que son varios, para que no les suceda lo mismo. La idea es escribir cada día un poco mejor y acompañarnos en el proceso. Siento que en los cursos aprendemos mucho de ese trabajo colectivo. Puede que suene a tópico, pero disfruto y aprendo mucho de los alumnos y alumnas, y creo que se nota en los cursos.

¿Qué estás leyendo ahora?

Pues después de enamorarme de Poeta Chileno de Alejandro Zambra estoy leyendo sus otros libros. Justamente hace unos días empecé Formas de volver a casa. Y también estoy leyendo Necesitamos nombres nuevos de la autora NoViolet Bulawayo. ¡Os lo recomiendo muchísimo! La protagonista de la novela, Darling, forma parte de una pandilla infantil que nos muestra, con crudeza y también sentido del humor, cómo es su vida en Zimbabwe. En la segunda parte, la narradora emigra a EEUU y el tono de la novela cambia: descubrimos la dureza del desarraigo y también la pérdida de lo que difícilmente volverá a tener. Suerte que también estoy leyendo a Zambra o pensaríais que lo mío con los países africanos es una gran obsesión.

¿A dónde te gustaría llegar en tu viaje como escritora? ¿Cuáles son tus aspiraciones literarias?

Me gustaría poder seguir escribiendo sobre los temas que me apasionan, aunque no tengan demasiada salida editorial. Claro que me interesa publicar y que otras personas lean lo que escribo, pero lo que quiero por encima de todo es no dejar de enamorarme de personas, lugares, historias, experimentar con distintos géneros, equivocarme, aprender de los errores y trabajar mucho para estar cada día un poco más orgullosa de lo que escribo.

¿Qué tienes en mente para tu próxima publicación?

Hasta hace una semana había empezado a tomar notas para un libro de viajes, pero tengo que contarte que mientras respondo estas preguntas vuelvo a estar en Namibia y ¡he cambiado de idea! Bueno, puede que tenga que darle alguna vuelta más y pensarlo en frío. Si te parece te respondo cuando lleve unos días de vuelta en casa.


Pablo Llanos Urraca

Colaborador en publicaciones literarias. Ha publicado el poemario “Manual de Modelado de Corazones para Hombres de Hojalata” (Ed. Cuadranta, 2022) y artículos en revistas como Quimera, Culturamas, Purgante o Letralia. Sus relatos han sido publicados en publicaiones como Orsai, Librújuja, Pluma Fanzine, Madera Berlín o Pappenfuss. Cocreador del magazine Irredimibles.

Un comentario en «Ana Moya: “la información que nos llega sobre el continente africano está llena de tópicos y colabora a la creación de prejuicios de todo tipo”»

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