La argentina Cecilia Collazo es poeta, ensayista y psicoanalista. Diplomada en Literatura Infantil y Juvenil- UNVM y SADE Nacional Ar
Sus ultimas publcaciones son:
Urgencias de encierro (2020) Ediciones La Yunta.
Mujeres de barro-creíste que eran- (2021) Ediciones La Yunta
Tripas (2022) Halley Ediciones.
De las trazas, trozos-sobre escribir- (2023) Ensayo- Ediciones La Yunta.
Laura Márquez ha conversado con ella con motivo de la publicación de su último poemario: Encarna- esa casa, La Casa- Ediciones En Danza (2023)
¿Qué significa el libro “Encarna – esa casa, La Casa” en tu vida y qué esperas que transmita a quienes lo lean?
Encarna es mi último poemario, en él he plasmado una historia de vida.
Su escritura corresponde al de una novela particular y singular, que me pertenece.
Podría definirla como una novela poetizada o también como un poemario novelado.
Es un libro que posee un eje, a diferencia de otros que están confeccionados por un grupo de poemas reunidos en torno a un tema.
Hay una niña que se llama Encarna que conversa con ella en su adultez, y esta mujer adulta que lleva en sí a aquella niña, dialoga con su propia infancia. Esa infancia que retorna siempre en quien escribe.
Los poemas conversan sobre ese eje, como si él fuera un esqueleto, base de ese entramado poético.
Cada poema individual, genérico cose las cuentas de todo el texto. Hay un texto que se hace collar, un collar que habla y dice de aquel, de eso que pudo construir quien escribe.
Esa mujer adulta y poeta nos dice sobre el dolor de Encarna niña dentro de esa casa, la que para ambas es La casa. Escrito con mayúsculas porque las ha marcado profundo y para siempre.
Las dos se preguntan, qué significa la casa, qué es para ellas: ¿un cuerpo? ¿el poema? ¿la escritura? ¿los lazos, la familia el dolor?
Es un poemario que irrumpió en mí, no hubo una proposición de ponérmelo a escribir en un sentido consciente. Comenzaron a aparecer fotos, imágenes de situaciones vividas y recuerdos, en la superación de un dolor que ya no tengo, pero que indudablemente ha dejado un resto. Me saqué los zapatos con barro de esa casa, digo en algún momento. Y así fue.
Sólo a través de esa superación pude escribir sobre el pasado en el presente.
La adulta que escribe este libro se reconoce en esa niña, y a su vez sale de esa casa airosa y fortalecida con sus marcas, llevando a Encarna en sus entrañas.
Habla de una infancia en la pobreza, el hambre, los lazos familiares, escolares, la enfermedad del padre, el apoyo incondicional de la madre, la suplencia del hermano, la necesidad y el sostén afectivo, espiritual y amoroso que permiten hacerse un pasamanos para seguir viva y adelante.
También más allá de la historia, de la novela familiar que es base, es un poemario que le habla al poema, al poema en sí mismo porque él es la salida sana que se inventa Encarna, él es su encarnadura en la palabra. Así se construye la adulta que escribe, esa que soy hoy. Y se accede a saber que quien escribe, no es un poeta, sino que es el poema. Eso que escribe en uno. Uno es Eso. El poema. Uno y singular.
Encarna se para en el punto donde su adulta la escribe, viéndose a sí misma en el poema que es el punto de intersección. Y ambas confluyen en sus diferencias y similitudes. Una dentro de la otra, como esas muñecas rusas que se contienen en su interior unas a otras.
Cuando lo escribí no pensé en quien lo leería, ni en dejar un legado con esta escritura. Pero pienso que puede llegar a alentar a los lectores del mismo a querer encontrar esa pequeña luz que nos ilumina como sujetos que es salvadora y que todos tenemos.
Tal vez sea una escritura que se inventa un mundo sobre el dolor de la vida.
Leyendo tu reciente obra literaria me resulta inevitable asociarla con un sentimiento de liberación, al que sólo se llega después de comprender el para qué del dolor. ¿Consideras que tu estilo en la escritura, tu íntima y personal manera de transitarla, cambió desde tu primer libro editado hasta el último?
El tránsito entre el primer poemario y éste último fue cambiando los modos de escribir. Al principio, era muy piedra en bruto, que se fue puliendo.
Mi primer poemario se llamó Poética Despiadada, ese título ya está diciendo mucho al respecto. El poema arrancaba trozos de real, pedazos de cuerpo al decir. Hasta que la palabra se fue ajustando a un decir más ubicado, más conforme al vacío que ella rodeaba, no tan bruta, no tan rústica.
Dejó de ser de vida o muerte, y fue plasmándose más sobre aquello que me vivificaba alejándose de la mortificación y de la muerte misma.
Es probable que la escritura me sea liberadora, no lo había pensado así. Sí, me permite expresar lo más profundo de mi ser, de mis entrañas, esa lonja que se pierde y hace que una se sienta más liviana. Liviana porque dio en el blanco. Allí donde uno está, donde uno es.
Para Alejandra Pizarnik, el quehacer poético implica reparar la herida fundamental, la desgarradura. ¿Qué implica para vos escribir?
Creo que sí, que la escritura y en especial la de la poesía, está montada o más bien causada por esa hendidura que nos invita a atravesarla o a intentar suturarla, aunque sea un poco en vano, y entonces escribimos. Digo un poco en vano dado que no sutura verdaderamente ese hueco esa desgarradura, pero nos sirve para seguir con ella de otros modos posibles, curándola un poco.
Eso que no funciona también en nosotros y nos provoca dolor, displacer, horror, es causa del poema, y escribir es una forma de superarla.
La escritura de la poesía para mí, no es un trabajo o un oficio, es un relámpago que sale de mi corazón, de mis tripas, por definirlo con profundidad y precisión. Es un estilo de vida que me ha marcado para siempre.
Es una respuesta al “Soy Eso”, eso es lo que soy, es entregar la esencia de mi ser, sin más, como esa manera de vivir y de gozar.
¿Crees que la poesía es un acto que se alcanza, se construye, se logra? O ¿es la poesía un acto que nos hace, nos conforma, constituyendo al poeta?
Me parece que la poesía es algo que irrumpe en uno, que aparece sin preguntar, sin pedir permiso, y que nos sorprende. Ella se encuentra no sólo en la palabra, también está en la naturaleza, en la música, en los lazos entre las personas, o en el amor, por ejemplo. Aparece como epifanía, esa revelación del alma que dice sobre uno, una verdad ineluctable e intransferible. Ese lugar tan profundo e íntimo que sólo sabe de él quien lo siente. A veces ese sentimiento, puede decirse con palabras, otras de otras maneras.
La poesía es eso, ese espacio luminoso, un rayo que nos atraviesa, aunque se escriba sobre oscuridades, dado que nos dice de nosotros incluso saliendo de nuestras propias sombras. Y esa sombra nos enseña sobre nuestra luz.
Después con esa pequeña lumbre, se construye, entonces se puede estudiar gramática, sintaxis, retórica, poética para tener más herramientas y escribir mejor, pero si lo epifánico no nos toma, no hay forma de asir el poema.
Es mi forma personal de escuchar la poesía, pero entiendo que para cada poeta hay un modo de vivirla diferente en tanto seres distintos que habitamos esta tierra.
Si entiendo a la poesía y a su escritura como ese acto donde el sujeto se junta con su objeto y se hacen uno en el poema. Y éste último se desprende para caminar solo, sin su autor y dice más de él, que él mismo.
Infinitas gracias Laura, por esta entrevista.
Soy esa loba que corre tras mendrugos, la que calla como el almendro que nada dice, esa que escucha como la ciega que nada ve. Soy la que escribe eso que corre, aquello que calla, esto que escucha, eso sin ver. * El hermano Con doce años nos mantiene en esta casa, trabaja de dos de la mañana, hasta que el pan que cuece se vende en la vidriera, deja el colegio, crece de golpe, pierde la infancia como si tal cosa, es el padre el que debe mantenerla, y es el hijo el que paga por sus deudas. * ¿Es mi casa un cuerpo, es el cuerpo un poema? ¿Es la poesía esa casa que habito?
Laura Márquez
Trabajadora Social, escribe hace 30 años, coordina talleres de poesía, es gestora cultural en CULTURAMA y también integrante de la Asociación de Escritores Hispanos. A comienzos del 2023, Ergo Editores publicó su plaquette de poesía.
En Irredimibles coordino el Club Poético.