Después de leer este libro siento que conozco un poco a Sergi Pámies; siento que compartimos un secreto a voces y un vicio común: el afán de escribir.

Estuve el pasado sábado en un seminario donde se destacaba la importancia de ser valiente a la hora de escribir y buscar asociaciones de conceptos aparentemente inconexos para así crear una nueva realidad. En A las dos serán las tres, Sergi Pámies cumple con ambos cometidos. Es un libro valiente donde el autor nos revela algunos de sus recuerdos y nos los cuenta con asociaciones de campos semánticos tan distintos como perder la virginidad (o regalarla) y escribir.

A las dos serán las tres contiene diez relatos de corte autoficción muy cercanos. Los he leído como si me los confesara a mí y los recibo como pequeños estallidos de su memoria. “Los años se mueven como olas que las tensiones entre memoria y olvido hacen avanzar, retroceder o naufragar”. Una memoria donde la escritura es la columna vertebral: “aunque tocara la guitarra no sería guitarrista, pero aunque no escribiera una palabra sería escritor”.

En uno de los relatos dice “la simplicidad es lo más difícil” y es justo lo que consigue. La prosa simple, pero muy cuidada demuestra la alta calidad del oficio y permite que este libro sea una amalgama perfecta entre anécdotas aparentemente cotidianas en bares cercanos a un aeropuerto de una gran ciudad (en el libro Londres, pero creo que serviría para otras grandes ciudades también) “aquí se bebe, se canta y se llora” y reflexiones profundas:
“Hay momentos en la vida en los que todo adquiere un sentido que no te será velado hasta muchos años más tarde”.

Nueve de los relatos son de un corte realista, pero hay uno en el que habla de su ángel de la guarda. Para alguien como yo, que vengo de Venezuela un país donde se cree mucho: en Dios, en milagros, en las brujas que leen las cartas, en apariciones de los muertos, o hasta en el ángel de la guarda; este relato me desconcertó. Sentí como si el autor estuviera cruzando al mismo tiempo la frontera entre la fantasía y la realidad y la frontera geográfica entre su país y mi país de origen. Todo un reto del que sale airoso sin perder el pacto de la verosimilitud.



Por último, me gustó mucho el cierre de este libro de relatos que también será el cierre de esta reseña.
“Necesitaba escribir confiando en que los recursos de la narrativa breve le ayudaran a entrever, a través de este libro, lo que todavía es una incógnita”.

Verónica Avilés Calderón

Sergi Pàmies (París, 1960) se dio a conocer con Debe­ría caérsete la cara de vergüenza, libro al que siguieron Infección, La primera piedra (Premio Ícaro), El instinto (Premio Prudenci Bertrana), Sentimental, La gran nove­la sobre Barcelona (Premio de la Crítica Serra d’Or), El último libro de Sergi Pàmies, Si te comes un limón sin hacer muecas (Premios Setenil, Ciutat de Barcelona y Lletra d’Or), La bicicleta estática (Premio Maria Àngels Anglada) y Canciones de amor y de lluvia. Su obra se ha traducido al francés, al alemán, al italiano y al griego. Colabora de forma regular en diversos medios de comunicación.


Verónica Avilés Calderón

Escribir me enfrenta a la vida. Es la dosis de humildad que necesita mi ego, la dosis de generosidad que necesita mi alma, la forma de mirar el mundo que me permite afrontar cada día como lo que es: un milagro. Soy la autora de la novela “Arena Negra” (Ed. Cuadranta, 2023) y coordinadora en Irredimibles.com.

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