Andrés Barrancos malvive en pensiones, bebiendo vino y trabajando de vez en cuando para subsistir. Desde que se marchó de casa a los dieciséis años va dando tumbos por la vida y, cuando se le acaba el dinero, vuelve a ver a su padre, aunque le odia, para pedirle más.

Hasta que en su última visita para pedirle más, su padre le confiesa que se está muriendo. Le dejará todo el dinero que tiene a cambio de una cosa: que entierre sus cenizas bajo el olivo de la casa familiar de Aljarán, el pueblo en el que nació. Andrés, ávido de heredar, acepta el trato.

Iniciará de este modo un viaje que le llevará, atravesando innumerables dificultades, a conocer sus raíces y cuestionarse su identidad y su relación consigo mismo y con su padre.

Tras el éxito de su anterior libro La sabiduría de quebrar huesos (2017), finalista del Premio Setenil y del Tigre Juan, Pablo Matilla (Mieres, 1986) publica su nueva novela, titulada Barrancos, de la mano de Témenos edicions.

A través de dos personajes, padre e hijo, la trama desenreda la madeja de sus emociones y traumas:

¿De qué manera afrontan el dolor?

¿Cómo va pasando ese dolor de una generación a otra?

¿Encontrará el protagonista la salida para su amargura o seguirá replicando las maneras de sus antepasados: silencio, alcohol y violencia?

En el corazón de la historia se encuentra, por tanto, el análisis psicológico de dos hombres desbordados por sus emociones y por su incapacidad para gestionarlas.

“Nos hallamos ante una especie de diamante que, en virtud del lugar donde
la luz incida, devuelve un tipo de lectura u otro”
Ricardo Menéndez Salmón

Hemos tenido la oportunidad de charlar con Pablo Matilla, que nos ha dado las siguientes claves sobre su novela:

El autor

Pablo Matilla (Mieres, 1986) es profesor de escritura en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès.

Su primer libro, el conjunto de relatos La sabiduría de quebrar huesos (Témenos Edicions, 2017) obtuvo muy buena acogida crítica y resultó finalista tanto del Premio Setenil 2018 al mejor libro de relatos publicado en España, como del Premio Tigre Juan 2018, destinado a destacar obras de gran calidad literaria.

Tu primera publicación tuvo una buena acogida entre la crítica, ¿qué esperas de Barrancos? ¿Debe consolidarte como escritor?

Mi primer libro, La sabiduría de quebrar huesos, era un conjunto de relatos que escribí a lo largo de muchos años. El cuento más antiguo tal vez sea del año 2004 y el último es de 2016. De manera que trabajé durante más de 10 años en el libro. Creo que en todo primer libro el escritor está buscando su voz, su estilo, está intentando saber qué temas quiere tratar y está aprendiendo a hacerlo de la mejor manera posible. Yo no fui diferente, La sabiduría de quebrar huesos tiene mucho de exploración y descubrimiento; está escrito desde la libertad creativa y puede que este factor ayudara a su buena acogida crítica que, la verdad, no esperaba. Me sorprendió mucho y la agradezco. Mi primer libro solo me trajo cosas buenas.

El proceso de escritura de Barrancos, mi primera novela, fue diferente. Aunque también he tardado bastante en escribirla (seis años), desde el principio traté de tener un plan claro, trabajar una estructura de la historia, plantear una escaleta, una serie de fichas de personajes… He aprendido mucho durante todo el trabajo y los múltiples borradores que he escrito, así que una de las cosas que espero es que se perciba una mejora como escritor entre el primer y el segundo libro. En especial, una mayor madurez en el dominio de las técnicas narrativas. Por lo demás, La sabiduría… y Barrancos tienen muchas cosas en común: comparten el extrañamiento como método narrativo principal, una manera similar de construir imágenes, una necesidad de complicidad con el lector para crear el efecto deseado… En fin, tienen una mirada común.

En ese sentido, espero que la crítica le dé a Barrancos una buena acogida, pero, además, me gustaría poder llegar a más lectores. Para ello he trabajado. 

¿Por qué crees que deberíamos leer Barrancos?

En primer lugar, los primeros lectores que han leído la novela me han comentado que la historia engancha. He trabajado mucho para poder crear una buena intriga. Mi objetivo era que el lector quisiera saber lo que va a pasar en la historia pero, a la vez, he huido de los trucos narrativos, las sorpresas injustificadas y las incoherencias de la trama. Es fácil sorprender al lector con trampas. Yo he querido ser justo con el lector, no ocultar nada e intentar crear interés desde la honestidad.

Por otro lado, aunque se trata de una historia que en principio no tiene conexiones con la actualidad (sucede en un país inventado, aunque tiene mucho que ver con España; y sin referencias temporales claras: podría transcurrir tanto en los ochenta como en los noventa del siglo XX), sí creo que nos habla del presente. Al fin y al cabo, una parte de Barrancos no es más que un análisis psicológico de cierta masculinidad. En especial, de la manera en la que algunos hombres gestionan sus emociones, sus traumas y su dolor. Quería analizar la manera en la que algunos patrones de comportamiento tienen un carácter transgeneracional y se transmiten de padres a hijos. En concreto, en la novela los personajes principales, un padre y un hijo, utilizan tres elementos esenciales para relacionarse: la violencia, el alcohol y el silencio.

En ese sentido, creo que la novela es actual y nos habla del presente. En resumen, Barrancos es una buena lectura por su actualidad y por la intriga de su historia.


Pablo Matilla ha tenido la deferencia de compartir con los lectores de Irredimibles un extracto de Barrancos:

[…] Aquellas palabras le cayeron encima como piedras. Ah, otra vez le había vencido. Le había hecho creer que controlaba la conversación y que estaba ganando y, cuando ya no lo esperaba, le había asestado el golpe de gracia: “Ahora lárgate, perro”.

Como quien mete el rabo entre las piernas, Barrancos dobló su mirada y luego los billetes. Por último, con sigilo, los guardó en el bolsillo. Después, herido, con las orejas gachas, se fue sin despedirse y sin cerrar la puerta, se unió a la corriente helada del pasillo y, ululando como un espíritu invisible, bajó las escaleras mientras su cuerpo se desintegraba, bajó los ocho pisos mientras se iba convirtiendo en un silbido, en una rebanada de aire, en un retal que no existía, hasta llegar a la calle. Lo único que quedó sin destruir de sí mismo fue una pequeña piedra de desprecio. A partir de ella pudo comenzar la reconstrucción. Tomar de nuevo, poco a poco y pedazo a pedazo, forma humana; respirar y empezar a tener cuerpo: tener huesos y encima vísceras y encima músculos y encima piel y encima pelo; levantar las orejas y tener mente: tener emociones y encima deseos y encima pensamientos y encima angustia; sopesar los preciosos billetes y tener futuro: hundir la conciencia bajo una copa de vino y otra copa de vino y otra copa de vino hasta volver a desintegrarse y encontrar esa piedrecita, diminuta piedrecita que ya nunca podría destruir. […]

[…]El padre miraba hacia arriba, sonreía, y le volvió a hablar al oído:

—Por fin veré a tu madre.

Los dientes le castañeteaban de frío, su mano perdió fuerza y lo soltó. La bata le cayó de los hombros y con un murmullo cubrió el suelo. Dejó al descubierto el cuerpo del hombre, una mancha desnuda y blanca, temblorosa como una libélula, que miraba hacia arriba con ingenuidad. Cegado por aquella blancura que brillaba en medio de la noche, el hijo tardó en reaccionar. En aquellos segundos, pensaría después, había pasado el eterno vagón de la muerte para llevárselo. De todos modos, se agachó y volvió a ponerle la bata sobre los

hombros.[…]


Un comentario sobre «Pablo Matilla publica la novela “Barrancos”»

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