no estuve en San José de la Montaña, no ascendí por las escalinatas del Perpetuo Socorro llevándote fresca en flores de plegaria, ni mis labios pronunciaron tu nombre cuando oraba, no creí cien veces que tu rostro era el rostro de una mujer que me cruzaba en la calle, ni supuse que tus ojos me miraban curiosos sentado en la piedra del banco de la plaza, no soy el que sueña constelaciones a partir de la ubicación exacta de tus pecas, según las coordenadas de tu cara, ni el que peca en la cama de pensamiento ni de palabra, porque el verdadero pecado es la omisión y ya lo sabés, no puedes no saberlo, jamás me cansaría de negarlo: no estuve en San José de la Montaña.
PRIMAVERA UNA VEZ MÁS
Verónica Avilés Calderón
Habito en la comisura del tiempo. Los segundos tintinean en su paso por las rocas. La explosión de luz en la gota de agua despierta raíces, profana sonrisas sepia. Detrás de mis pupilas se resguardan los truenos. La hoja caída que el viento olvidó besar se rinde a su ahora: pastoso y difuminado. El aleteo de la libélula canta otra vez primavera. Parpadeo y ya no sigo igual.
UNA PARTE DE MI
Marisol Moreno
Una parte de mí es un buey salvaje, al que le encanta jugar por campos de manzanilla escarchada, de violetas turgentes. Una parte de mí me lleva a lugares todavía no construidos, inexistentes. Una parte de mí me despierta muy temprano con ímpetu de niña en fiesta de cumpleaños. Una parte de mí disfruta lo cotidiano. Una parte de mí me hace reír cuando voy sola por la calle. Una parte de mí me guía en silencio a la escritura de estos versos. Una parte de mí me trae siempre del huerto con escaramujos en el pelo. Una parte de mí no deja que me pierda en redes ni datos. Una parte de mí ha pasado de ser una bolita en vientre ajeno a ser su propia madre. Una parte de mí vuela alto y sin red. Una parte de mí ve tesoros de Asia en los lugares más cercanos. Una parte de mí se cree que es la parte entera.
EL ÁNGEL
Ginimar de Letras
Cuando le abrazo me tiño de luz. Mis manos quedan marcadas. Brilla mi cara en la oscuridad. El ángel no tiene rey, reloj ni calendario. No es posible concertar una cita con él. Sin embargo, como todo lo extraordinario, ama los espacios abiertos y allí le encuentro. Cielos, bosques y campos se expanden por el universo literario.
ÁRBOL
Atalanta
Siempre me siento frente al mismo árbol. Solo consigo leer cuatro palabras al notar su mirada verde clavada en mí. Entonces soy yo la que le observa. Si voy temprano se despereza cargado de rocío. Me encanta su requiebro cuando los pájaros le inundan de caricias, y el baile que ejecuta cuando no puede resistirse al rap canalla de los mirlos. Más tarde, bañadas por el sol, sus ramas cuál cabellos de sirena, expanden su aroma por todo el parque. Veo mis sueños flotando sobre su copa libres y dorados. Y en el amarillo del sol aparecen un trigal y un limonero. En las noches de luna me escondo tras su tronco para que no me echen del Retiro. Éste no es mi segundo hogar, sino el primero. Esperamos abrazados a la luna plateada y no sé cómo consigo, desde arriba, verlo junto a los demás árboles como cúpulas de catedrales de plata que atraviesan las nubes en comunión con la ciudad que duerme. Me deslizo hacia el centro de la tierra y están ahí, las raíces de todos los árboles del mundo, enredadas, confundidas, fusionadas. Ya sé porque mi árbol no sabe de derrotas ni de olvido. Grito: ¡quiero ser árbol! Le abrazo buscando que comparta su latido conmigo.
UN PRÓLOGO DE NUEVE MESES
Pablo Llanos Urraca
En una habitación en la que la luz se cuela por la persiana y pinta trampantojos en las paredes, me despierto bostezando lo que soñé mañana: un somier de pentagramas en un campo de mangos azules y cielos de confitura de sauco, deseos rebozados de corn flakes. ÚLTIMO: Ventanas con paisajes dibujados al temple tras la veladura que la luz del amanecer extiende sobre ellos. Declaraciones de amor crepitando en la cafetera. TERCERO: Análisis de sangre azul en un parque helado donde un columpio solitario pierde el tiempo. Menos, de los de echar. Incógnitas descongeladas entre juguetes sin vida. SEGUNDO: Me despierto bostezando hasta la primera papilla en un sueño ajeno. Terminales abarrotadas de planes y llegadas y tostadoras que escupen calcetines desemparejados. Entre caricias blancas, en un equilibrio posible, pan recién enamorado. Soles disparados hacia el este me ponen los lunares de punta en un tren camino de arenas con olor a anís. POR PRIMERO: Con hambre de besos: Eclipses de lunar. Sueños rodeados de una membrana gelatinosa. Ecografías a todo color. Un prólogo para la historia de este día. Dos kilos y ochocientos gramos de futuro. Tripas hinchadas de ternura. Vida.
P O E S Í A
Laura Márquez
Esclava consecuencia de la libertad te guardo como se guarda al miedo allí donde mi voz cae y nace la gris imagen de nuestra semejanza.
Todas las imágenes que ilustran estos textos son cuadros de la pintora koreana Nam Kyungmin
Todas voces tan diferentes, tan hermosas.