Pinaperfilia
Es el término que se utiliza para referirse al interés desmesurado por los personajes representados en las obras de arte de las pinacotecas. No solo se trata del conocimiento profundo de las mismas, sino de la necesidad imperiosa de convertirse en uno de ellos. Es un acrónimo de las palabras pinaper (en griego, obsesionado por los pinapers o melocotones) y filia (en griego, amoroso).
A quien experimenta pinaperfilia, se le denomina pinaperfilico. En francés, a veces se intercambia por la palabra peinaalafille.
En la reseña del libro sobre la historia de la pinaperfilia, Jean Jack London escribe: “la esencia profunda de la pinaperfilia llega a su máxima expresión cuando el visitante aquejado por este síndrome, saltándose todas las medidas de seguridad, pretende introducirse dentro de la obra de arte”.
El mayor pinaperfilico de la historia, Amadeo Saboyin, a mediados del siglo XIX pretendió adentrarse en el cuadro de “las Meninas”, para ocupar el lugar de Velázquez, algo que no consiguió gracias a la pericia de uno de los vigilantes del Museo, eminente funcionario que llegó a ocupar el cargo de director de la institución. Amadeo estuvo varios años internado en el famoso sanatorio de Santa Brígida de los Caños, allí fue sometido a tratamientos que hoy se considerarían poco ortodoxos. Al poco tiempo de ser dado de alta volvió a recaer en su locura. En esta ocasión logró su propósito suplantando a uno de los borrachos del famoso cuadro “El triunfo de Baco”. No fue descubierto hasta dos semanas después. La autopsia confirmó su muerte por coma etílico.
Atrégalo
(del francés atregalle, y del latín atra-atrae) es un recipiente ideado para contener y transportar frutos de color rojo. Actualmente se fabrica con materiales transparentes y rígidos, principalmente plástico. En su origen eran de barro, e incluso de metal.
Se han encontrado varios atrégalos en distintas tumbas del Valle de los Reyes. Se sabe qué Amenofis IV envío algunos vía camello a su hijo Tutankamón, al parecer al comer productos de ese color el pequeño se apaciguaba y dejaba de arrancarle la nariz a sus mascotas.
Es a Cleopatra a quien se atribuye la difusión de este utensilio, parece que la reina se bañaba dos veces al día en frutos rojos. Al filtrarse la costumbre en los mentideros de la época, las egipcias la imitaron. El tamaño del recipiente fue aumentando, así como las idas y venidas del mismo por todo Egipto. Cleopatra abandonó esta práctica cuando Ptolomeo XIII, su hermano y primer esposo, descubrió que su esposa no se bañaba sola. Observó que Atenokis, su mano derecha, albino de nacimiento se estaba volviendo pelirrojo. Desde ese momento Cleopatra optó por bañarse en leche de burra.
Callo Conciso
(Sevilla, 1 de enero de 1901- Nueva York, 31 de marzo de 2001) fue el padre de la corriente filosófica “Ni palabra” y uno de los miembros más destacados de la denominada “Generación del silencio”.
Callo nació en el seno de una familia sevillana de clase media. A los 5 años, el niño no había emitido ningún sonido, susurro, llanto o hipo. El médico confirmó a sus padres lo que ya se temían, el niño no era ni sordo, ni tonto, no hablaba porque no le daba la gana.
Aquello no impidió que fuera un alumno destacado en la escuela, aprendió a escribir y a leer (para sus adentros) y consiguió hacerse entender por señas. En el instituto se ganó el apodo “Joder macho”.
Fue en la Universidad donde Callo comenzó a definir la filosofía que le haría famoso. Ante la frase “El que calla otorga” emitida por un despiadado profesor sin empatía alguna, Callo se levantó y escribió en la pizarra: “Y el que habla se condena”.
Aquello provocó el aplauso de sus compañeros. Varias veces se repitieron episodios semejantes.
Pronto se vio rodeado por un ejército de mudos, sordomudos y misofonos que le seguían a todas partes. Tras dos meses haciendo bulto frente al despacho del rector, consiguieron que quitaran los exámenes orales.
En esa época fue cuando Callo conoció a Garganta Profundo y Olenda Sordi y los tres forman la denominada “generación del silencio”, aunque Garganta dejo el movimiento tras emitir un largo aullido al atropellarle un tranvía en Madrid.
Durante veinte años, Olenda, a la que hizo su esposa, y él escribieron el Método “Ni palabra”, en el que se describen los dos mil fundamentos de su filosofía. Cabe destacar los capítulos titulados, “No sucumbas ante la tortura” y “Con lengua o sin lengua”.
Tristemente Olenda murió joven, algo que hizo enmudecer a Callo, aunque la puntilla se la dieron sus dos hijos, uno se hizo charlatán de feria y la otra mezzosoprano.
Murió sentado en un banco de la Quinta Avenida. Las malas lenguas dicen que dijo “Chao”.
Atalanta
He querido ser un pájaro, un árbol, el viento, la lluvia, el rayo, el mar, el azul. Cuando escribo soy todo eso porque escribir es soñar despierto y te permite vivir mil vidas. Coordino el Club de Relato en Irredimibles.