Cuando era niño descubrió los libros de poesía de los cásicos y pensó que quienes habían escrito aquello no podía ser sino héroes. Esto afirma Ben Clark en su charla en TEDxSantAntoni. A partir de ahí quiso convertirse en uno de esos héroes y podría pensarse que lo logró después de ganar el Loewe y el Hiperión, des de los más importantes premios de poesía joven del país que lo convirtieron en una gran promesa de la poesía española.

Supongo que no se es un héroe de verdad si no se atraviesa la noche oscura del alma, y a Ben Clark ya le ha llegado el momento de demostrar que es héroe, y el poeta ibicenco parece haberse decidido a superar esa noche enfrentándose a sus demonios. Ben Clark es ya un escritor experimentado, con oficio y, pese a que ya lo había demostrado, viene con Demonios a confirmarlo.

DEMONIOS

Así la primera parte del libro, titulada también Demonios, es un inventario de belcebús, ángeles caídos, miedos endiablados del poeta. Un bestiario de demonios personales pero transferibles al lector. Poemas escritos en un verso libre contemporáneo, versos impares, endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos sin concesión a la rima, ágiles, sonoros, con un lenguaje poético con los pies en la tierra (y quizás en el infierno), con imágenes que se pueden oler, ver, tocar. Todo un ejemplo de arte y artesanía, que dan lugar a versos que son surcos horadados por el cincel de un cantero. Porque un buen ejemplo de lo dicho anteriormente es “Las marcas del cantero”, un poema que publicamos en irredimibles, cedido por el Ben Clark como adelanto a la publicación de Demonio.

«Pero escribo con miedo y maldiciendo
 en voz baja mis años de lecturas.
Quisiera ser un niño naufragado

en una isla desierta
que llora temeroso por las noches
y que un día, de pronto, inventa el fuego.»

«porque seré el de siempre, el que no soy
 en ese instante cuando escribo “coma”»

«Escribo en un archivo que almacena la nube
 porque me aterroriza que se borre»

LOS AUSENTES

Demonios no es un poemario largo  – apenas 90 páginas y cuarenta poemas – pero es un poemario lo suficientemente extenso en matices como para que quizás una sola reseña no baste para recorrerlo. Después de los poemas que componen la primera parte entramos en el lugar donde habitan “Los ausentes”, poemas que el autor dedica a aquellos que le faltan, versos personales, con tanta carga afectiva que uno no puede ni atreverse a juzgarlos; son poemas aforados en la emoción personal. Encontramos entre ellos poemas dedicados a la memoria de la editora Belén Bermejo o a los escritores Manel Marí y Pablo Aranda. ¿Acaso no son esas ausencias que se sienten uno de nuestros peores demonios?

«Qué fácil es vivir junto a los muertos»

«Poco o nada sabemos de la ausencia
y, sin embargo, todos nuestros días
dependen de los cuerpos que no están;
de unos ojos vacíos; de una boca
que no dice palabras;
de los brazos que ya no alcanzan.»

OBRA CIVIL

A los poemas ausentes le sigue otro conjunto, “Obra Civil”, en los que Ben Clark construye un estrecho puente entre la farsa y la melancolía, entre aquel poeta fingidor que decía Pessoa y el poeta que en tiempos de Google Maps, chatGPT utiliza la tecnología para reencontrarse con el pasado. Toda analogía con la realidad es analógica.

El poema que da título a esta parte, que versa sobre una empresa ficticia o “No sirves para nada” son pasajes magistrales sobre estos temas:

«Y, ante la ristra tiste de versitos
de palabras sin sal que no salvaban
a nadie, un viejo grito
se abrió paso la noche:
Poeta, tú no sirves para nada.
No sirves para nada. »

EL TREMOR

En mi opinión es en el poema titulado “El Tremor (Poema Documental)”, que ocupa él solo una de la cinco partes del libro, donde Ben Clark acaba por demostrar que ya no es la joven promesa y que tiene en su maletín de herramientas de poeta, la suficiente confianza y osadía como para atravesar géneros y llegar hasta uno no literario: el documental.

El Tremor es un texto en el que el poeta ibicenco relata la peor catástrofe ferroviaria de la historia de España, el accidente de Torre del Bierzo que se produjo el 3 de enero de 1944 cuando un tren correo de Madrid a La Coruña, una locomotora en maniobras y un tren de mercancías, chocaron dentro del túnel n.º 20 de la línea Palencia-La Coruña a la altura de la localidad de Torre del Bierzo en León.

Lo más destacable de este texto es el intento de ruptura del autor con los establecido, algo a lo que históricamente se le ha venido llamando hacer literatura, para entendernos. Coincide en el tiempo, en temática y en intenciones con “Hospital del aire” de Ernesto García Lopez (Candaya, 2022), todo un poemario dedicado a un accidente de aviación.

En un estilo peculiar, Ben deja que dialoguen recortes de periódico de la época, noticias actuales sobre aquella tragedia o sobre el río, testimonios de quienes lo vivieron, con versos desde uno y otro tren. Consigue crear una atmósfera intensa y emocionante gracias a su maestría técnica. Versos de métrica impar en su narración, diálogos de los pasajeros o de los cronistas que suenan con voz antigua, como de documental (qué bien elegido el subtítulo de poema documental).

La historia del accidente del Torre del Bierzo fue contada por Ramón de la Rocha en “Túnel número 20”, que ganó el Goya al mejor cortometraje documental en 2003:

 LAS CEREMONIAS DEL VIVIR

 Ya había advertido que, perse a que es un poemario no muy extenso, rebosa literatura. Aún hay más. Ben Clark deja para la última parte de su poemario, “Ceremonias del vivir”, un compendio de pequeños aquelarres en torno a lo cotidiano, con sus milagros y sus perversiones. Poemas que llevan entre líneas un ángel y un demonio que susurran desde cada hombro.

La belleza sencilla y honesta de alguno de los versos de Ben Clark queda plasmada en uno de los poemas de esta parte, Gajes del Oficio, en el que el poeta se sienta a escribir un gran poema, pero es interrumpido por la vida:

«Y ahora estoy aquí,
 delante del papel, extenuado
 por tanta poesía y sin haber
 escrito todavía un verso»

La poesía debe encerar una verdad. ¿Cuál? Depende del lector. Cada lector aporta la suya, pero tiene que estar ahí dentro entre las líneas del poema. Entre sus imágenes, como una práctica de esteganografía. Los poemas de Demonios son así, como las firmas personales d ellos canteros en las fachadas de las iglesias donde, de vez en cuando, nos dejan un demonio.


«Que este poema diga la verdad.
 Que no me deje solo ante la muerte.»

«Pero algo ocurrirá – ya está ocurriendo –
 y el funeral pequeño del poema

 presagia mil finales para un día
 manchado con los días que ya han muerto.»



Un comentario sobre «Los demonios de Ben Clark»

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