¿Alguna vez habéis leído algún libro de cuentos en el que según la contraportada, y como mandan los cánones, tiene un clarísimo hilo conductor que teje los relatos con maestría y coherencia, y sin embargo, cuando acabas el libro, reflexionas sobre dicho hilo conductor y no lo ves por ninguna parte?

Pues “Mirar al agua” no es uno de esos libros.

Tal vez se deba a que el motivo de los relatos de Javier Sáez de Ibarra no es algo vago como “la soledad del hombre”, “la miseria emocional de la sociedad”, o “el sufrimiento de la incomunicación de las parejas”. Lo que une a este libro de relatos es el arte, más concretamente el arte contemporáneo, aunque también pro aquello de hilar, se hable de soledades, dolores e incomunicaciones varias.

Desde unos treintañeros intentando ligar en ARCo hasta unas modernas Meninas que cobran vida, Javier Saez cuenta la historia de un hombre intentando colgar la foto de su hijo muerto, el collage de una historia de amor y anuncios por palabras pornográficos, la belleza de un suicidio a través de la narración minuciosa y lírica de los detalles, e incluso un autorretrato.

En uno de los cuentos una mujer se asoma a la ventana de su casa un día al año durante toda su vida para enseñar un pecho. La consideración del arte como tal tiene mucho que ver con la perseverancia y la resistencia, algo así como lo que le sucede al género de la narrativa breve.

Un género este de los cuentos de los que sus autores se consideran verdaderos resistentes ala crítica y la indiferencia comercial. Tal vez este es el motivo por el que la editorial Páginas de Espuma, especializada en relato, creo un importante y bien dotado premio literario, Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y el ganador de su primera edición fue este excelente libro de cuentos: “Mirar al agua” de Javier Sáez de Ibarra: absolutamente recomendable.

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