Tengo que decir que Enid no es una buena anfitriona, aunque agradezco su invitación para cenar en su apartamento de Barcelona. Enid habla demasiado sobre sí misma y cabría esperar que la cena mexicana a la que nos invita en su apartamento de Barcelona fuera más sabrosa. Pero no es buena cocinera. Pero tiene muchas anécdotas que contar y es una gran narradora, aún mejor a medida que va quedando menos mezcal en la botella de la mesa. Se ríe como una española, utiliza a discreción la palabra cabrón y le encanta hablar de su trabajo como ayudante de dirección en El Liceu.

Tal vez es después del segundo mezcal, o quizás después del tercero, cuando nos cuenta la historia de un matrimonio italiano de jubilados que llega al Teatro del Liceu de Barcelona. En las taquillas cuelga el cartel de “aforo completo” para La Gazzetta de Rossini,  la Ópera que Darío Fo dirige allí con una vitalidad increíble para sus 79 años. No consiguen entradas pero en las cercanías del teatro se encuentran con el mismísimo Darío Fo y le piden que les firme un autógrafo. Le cuentan que vienen desde Italia pero que no han conseguido entrada y Darío Fo se indigna, “Cómo que no hay entradas, si han venido desde Italia deben ver la obra.” Y les invita a ver el ensayo pre-general.

Hace una llamada a producción y producción le contesta que va contra las normas que haya público en los ensayos generales, y justo después mueven lo que tienen que mover porque cualquiera le dice que no a Darío Fo. Los dos jubilados asisten ellos solos al ensayo general. Toda una ópera para ellos dos. Al terminar el ensayo, Enid, la ayudante de dirección del Liceu les acompaña a darle las gracias a Darío Fo y al ver sus caras comprende que habían vivido una experiencia única, vital.

Un rato después Dario Fo se dirige a ella al verla un poco consternada, y Enid le habla de su sensación al ver las caras del matrimonio porque cuando Dario Fo pregunta con sus inmensos ojos verdes, su interlocutor nota que le está leyendo el alma. Dario Fo replica de inmediato y sin la más mínima duda: “Es que, Enid, ese es precisamente mi trabajo: Cambiar la vida de la gente”.

Al día siguiente Enid acompaña a Darío Fo en un taxi al Aeropuerto del Prat para recoger a Fanka Rame que llega a la ciudad condal. Franka pertenece a esa especie de grandes mujeres, única, talentosa, que puede aguantar  un genio, sin renunciar a nada. Para Darío fo, Franka Rame ha sido su mujer, su musa, su actriz, su agenda ordenada, coautora de sus textos y tan implicada políticamente que fue secuestrada y torturada por un grupo fascistoide italiano.

No es la gran mujer detrás del gran hombre, es la gran mujer a su lado. Además apenas aparece en las entrevistas y no le interesa el protagonismo.

Enid está ansiosa por conocer a quién tanto admira como mujer.  Mientras tanto, Dario Fo mata el tiempo y el Taxi preguntando a Enid sobre formas de llamar en español al miembro masculino. El teléfono de Enid suena. Llaman desde el departamento de producción del Liceu. ¿Estás con Darío?, le preguntan. ¿Puedes averiguar si ha invitado a alguien a los ensayos?. Se ha presentado un hombre que asegura que Darío Fo le ha invitado a presenciar la ópera y nos enseña un envoltorio de una chocolatina en el que está escrito “Vale para asistir al ensayo general” y lo que parece ser la firma de Dario Fo. Enid mirasl ecscritor con ojos interrogadores: “Es posible”, responde Dario encogiéndose de hombros. Desde producción le preguntan si va a aparecer más gente con “vales” de este tipo. “Es posible”. ¿Cuántos?. “Unos 50”. “¿No es un problema verdad? No puede serlo, el Liceu es un teatro público”, “La gente tiene derecho a acceder a él”.

Así descubre Enid que el Nobel de literatura había estado paseando por Las Ramblas y repartiendo vales para asistir a los ensayos generales entre los vendedores de flores, los camareros de las terrazas de los bares, los mimos, las heladeras y todo aquel con el que se cruzaba en las cercanías del teatro. ¿Pero cómo maestro? Acertó a preguntar Enid. “Si no hay público, ¿Cómo sé si el montaje es bueno? Necesito saber si el público se va a reír o no.” Y el día del ensayo, los camareros, los mimos, las heladeras, los vendedores de flores, los malabaristas y los jubilados, rieron y tal vez su vida, como la de aquella pareja de jubilados italianos, cambió. 

Después de escuchar todo esto me da la sensación de que Enid es una maravillosa anfitriona y nos confiesa, después de vaciar el último mezcal, que la su vida sí cambió.


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