Quizás, el cielo, sea el recuerdo vívido que guardan en su memoria los que aún no fallecieron, acerca de los que ya se marcharon. Pero esta premisa no puede ser admitida en su totalidad ¿Acaso Hitler, Ben Laden, Stalin o Zedong están en el paraíso? ¿Cualquier violador, asesino en masa o corrupto a quienes recordamos por sus actos inhumanos también pacen junto al Creador? Algunos responderán categóricamente: No. Otros, aludirán según el arrepentimiento que hayan demostrado delante del Todopoderoso. Pero no vengo a hablaros de teología ni de filosofía.  

El pasado martes, día de los difuntos, pasé por el cementerio para llevar flores a la tumba de mis antepasados. Me quedé de piedra cuando vi la figura de un hombre con aspecto de caballero andante, lanza y un fiel escudero a su lado. Los pétalos se deshojaron cayéndose contra el suelo. Una nube de color gris, posó sobre mi cabeza. Pude adivinar, el rostro de un ser con una capa oscura, sangre alrededor de la boca y dos colmillos. De repente, respiré cuando apareció una niña con el cabello igual que el sol; educada, vestida con exquisitez. Me llamó la atención que no se sorprendió al ver aquella sombra entre las nubes. Es más, estoy seguro de que logró espantarla. Continué caminando y me topé con un militar, coronel, diría yo. Completamente solo… Un capitán marino, con un arpa en la mano, gritaba como el viento de levante. Le noté vengativo, ansioso de darle caza a alguien o algo que le obsesionaba. Un señor elegante, de buena posición, exitoso en la sociedad que le tocó vivir, parecía dueño del mundo. En cambio, me susurraron unas bailarinas de charlestón que lo único que no hizo suyo fue al amor de su vida. De una las tumbas, salieron un ejército de cucarachas. Retrocedí varios metros para que no me alcanzaran. Una de ellas, se convirtió en hombre. Al verme, comenzó a emitir lamentos en forma de gritos. El corazón se me quedó helado. No supe cómo reaccionar hasta que unas manos suaves tocaron mi espalda y, al girarme, una sonrisa apareció en mi semblante. Se trataba de una joven muy atractiva. Me llamó la atención que llevaba tatuado en su brazo, una jota mayúscula, junto a un puñal, una rosa y gotas de sangre. 

El conserje del instituto me avisó que, en breve, comenzaría la clase de literatura universal. Volviendo a las preguntas que medité al principio, ahora sé distinguir la eternidad de lo efímero. Un personaje de la ficción merece ser recordado por los siglos de los siglos antes que cualquier protagonista real de la historia, cuyos actos sean para olvidar. El secreto está en hacer una cosa: leer, leer y leer. Los sueños de esas lecturas son gratuitos.


ramon

Karim Ali.

Desde hace varios años, encontré en el universo del relato corto, un camino donde explayar mis inquietudes: críticas sociales, políticas, lírica, sarcasmo, humor. Risas y llantos. Poco a poco voy pillando el hábito de construir una historia sólida que mantenga el interés del lector desde la primera hasta la última sílaba.

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