El flujo de conciencia de “Mientras Agonizo” de William Faulkner

Pablo Llanos Urraca | 21 de Julio de 2022

Pablo Llanos Urraca | 16 de Julio de 2022

 
Podríamos establecer dentro del monólogo distintos tipos: el monólogo, el monólogo interior y el flujo de conciencia.

 

La gran diferencia se establece entre el monólogo y el monólogo interior en función de la conciencia del discurso y de la emisión. En el caso del primero, el monólogo, como el de “Cinco horas con Mario”, es un discurso en el que sólo interviene una persona, el discurso es articulado, se enuncia, es decir, se cuenta o se habla para alguien, normalmente se dan en los parlamentos de teatro. Un monólogo interior es un discurso en que el personaje habla consigo mismo, representa o trata de representar el pensamiento, y como no es un discurso para nadie en el discurso los pensamientos no se organizan de manera lineal, las ideas que obsesionan al personaje vuelven una y otra vez, lo que rodea al personaje se cuela dentro del pensamiento.

Luego está el flujo de conciencia, parece que es mucho más inconexo que el monólogo interior, se utiliza en personajes que está sometidos a mucha tensión, apenas existe un hilo argumental en lo que dicen, y la mayoría de las veces las frases se recortan en palabras, e imágenes. Os transcribo un ejemplo de Mientras agonizo de Faulkner, un libro en el que gran parte de los discursos son monólogos interiores:

Jewel

“Por qué se tiene que quedar ahí fuera, justo debajo de la ventana, clavando y serrando esa maldita caja. En donde ella le vea. Donde cada bocanada que ella aspire esté llena de su martillear y serrar. Donde ella pueda verle diciendo: Mira. Mira qué buena es la que te estoy haciendo. Yo ya le dije que se fuera a cualquier otro sitio. Le dije: ¿Santo dios es que quieres verla dentro de ella? Es como cuando era niño y ella dijo que si tuviera un poco de abono intentaría cultivar unas flores y él cogió la cesta de pan y se la trajo llena de estiércol de la cuadra. Y ahora los demás ahí sentados, como buitres. Esperando abanicándose. Porque yo dije: ¿Es que no puedes dejar de serrar u clavar sin parar? No dejas dormir a nadie. Y las manos de ella encima de la colcha como dos de esas raíces retorcidas que tratas de lavar y nunca consigues que queden limpias. Veo el abanico y el brazo de Dewey Dell. Le dije que si nunca la iba a dejar en paz. Serrando y martillando, y haciendo que el aire se mueva siempre tan deprisa por delante de su cara que cuando estás cansado ni lo puedes respirar; y esa maldita azuela repitiendo: ya queda menos, hasta que todos los que pasan por el camino se paren, lo vean y digan: que buen carpintero es. Si hubiera sido yo y no Dash el que se cayó de aquella iglesia y si hubiera sido yo y no Dash el que se accidentó con aquella carga de leña que le cayó encima, no vendría a verla cualquier hijo de puta de la comarca, porque si hay Dios para qué demonios existe. Sólo estaríamos yo y ella en la cima de un cerro y yo echaría a rodar piedras cerro abajo contra sus caras, y las subiría y se las tiraría otra vez cerro abajo caras y dientes y todo, por Dios, hasta que estuviera tranquila y esa maldita azuela dijera: ya queda menos, ya queda menos, y estaríamos tranquilos”.

William Faulkner “Mientras Agonizo”
Este es un buen ejemplo de monólogo, el personaje es hermano de Dash, el carpintero, al que se refiere Jewel, en el monólogo no informa a nadie, no dice “es mi hermano”, o nunca se referirá a su madre explicando quién es, que en este caso es la mujer que está enferma y a la que se refiere en el texto. Él piensa, y entremedias se cuelan los celos hacia su hermano, el miedo por la muerte de la madre o los recuerdos de hechos pasados. Sin embargo, esto se produce sin necesidad de explicaciones. Por otra parte, el personaje no tiene que ser plenamente consciente de su conflicto, al contrario, seguramente este sea mejor interpretado por el lector que por el propio personaje, a Jewel no le importa la muerte de su madre, no le importa en el sentido, que por más que repita que le indigna que esté serrando el ataúd para su madre justo debajo de la ventana de su dormitorio. Jewell tiene celos, celos del hermano, y quiere a la madre sólo para él. Por otro lado, en el monólogo no sólo hay palabras, también hay imágenes, en el momento en que la imagen va creciendo, la imagen se apodera del discurso.

 

Fijáos en este fragmento: “Sólo estaríamos yo y ella en la cima de un cerro y yo echaría a rodar piedras cerro abajo contra sus caras, y las subiría y se las tiraría otra vez cerro abajo caras y dientes y todo, por Dios, hasta que estuviera tranquila y esa maldita azuela dijera: ya queda menos, ya queda menos, y estaríamos tranquilos”. El personaje está imaginando no está hablando, no está contándose nada está reflejando su rabia a través de una imagen más cercana al pensamiento que a la narración, en el sentido de durante el pensamiento, no establecemos un discurso, no hay sólo palabras, al contrario seguramente en ese momento, las palabras vengan acompañadas de imágenes, o sean sólo imágenes que luego llegamos a verbalizar. En cualquier caso, no es un discurso, es un fluir de la conciencia, y allí se van encontrar sobretodo emociones. El problema radica en cómo dar información al lector, a través del discurso, y hacerlo de tal manera que no se note. Es decir, construir pensamiento, sin que se quede en un conjunto de imágenes que no permiten comprender su significado. La verdad es que en muchas ocasiones, si es un flujo de conciencia, y el personaje está en escena de máxima tensión, por ejemplo a punto de morir, las imágenes pueden ser incomprensibles al lector, al menos dentro de un código racional. Y es que de la misma manera que el sueño, los estados del pensamiento no siempre han de establecer un lógica, tendrán un motivo, pero no siempre se presentarán de manera ordenada, tampoco habrá una solución . Si la hubiese eliminaríamos la capacidad de evocación y nos limitaríamos al dibujo, es decir, remarcaríamos todos los contornos, los definiríamos, y acabaríamos casi con toda la Literatura.

Habrá imágenes que no puedan ser aclaradas en su totalidad, lo que no quiere decir que no sean motivadas, ni que no tengan razón de ser, su función vendrá dada desde la emoción, por el conflicto del personaje.

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