Verónica Avilés Calderón | 14 de Julio de 2022
Es un libro de poesía inteligente. Construida en su mayoría con versos cortos que contiene, en todas las palabras no escritas, la invitación a paladearla despacio y a sentirnos cómplices de la emoción que transmite.
El pretexto del amor sirve para hablar de nosotros mismos, de nuestras flaquezas, de la felicidad y de la acción de amar. Quizás porque enamorarse implica exponer cicatrices, iluminar sombras y saberse vulnerable y fuerte a la vez. Digo pretexto pues al final de cada una de las cinco partes que conforman el libro encontramos un último poema que muta a medida que avanzamos en la lectura. Baldosas amarillas nos habla de la felicidad e indaga en la pregunta ¿Qué es amar? Las extremidades del poema giran en torno a su propio eje, como un caleidoscopio que ofrece distintos prismas.
En las dos primeras partes equipara amor y odio porque tratan de la ruptura y de la necesidad del olvido; en las siguientes nos habla de quererse con todo el ser y querer al otro tal como es; del descubrimiento casi inesperado de aquello que realmente nos llena, a pesar de sus sinsabores, aquello por lo que lucharemos conforme pase el tiempo, aun cuando haya cambiado adquiriendo formas vagamente reconocibles.
Con la intención que no nos perdamos en la emoción y el extrañamiento que nos produce el juego de palabras del autor, éste introduce un penúltimo poema antes del cierre de cada parte en el cual nos habla de los calcetines como correlato objetivo del tema de fondo. El problema que hay con los calcetines es similar al que se tiene con el amor:
Mis problemas con los calcetines
Cuando después de un rato
intentando emparejar mis calcetines
vi que era imposible casarlos,
rompí a llorar.
Es un libro con muchas lecturas. Un libro para leer una noche lluviosa en la que nos encontramos con los calcetines mojados, o en un día feliz cuando al cerrar el libro nos giramos para reencontrarnos con nuestro ser amado. Dejo aquí una muestra:
Cama de matrimonio
Apaga cada uno la luz
de su mesita de noche,
dejan sus libros,
se giran
y, como la primera vez,
la cama es una estación de tren
donde se reencuentran volviendo
de viajes distintos.
Reblogueó esto en El Testigo Habitual.
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