Al leer el poemario de María Puchades Llopis uno se da cuenta del potencial de la escritura de la autora. En su primer poemario encontramos versos brillantes y planteamientos certeros con poemas escuetos y sencillos.

              Todas mis lunas está dividido en tres partes: luna menguante, luna creciente y luna llena. Es aquí donde se puede encontrar la primera paradoja del poemario, tres fases que omiten una cuarta. ¿Por qué dicha omisión?

              No sé si la autora realizó este juego inicial de forma consciente o inconsciente. Asumiendo que, como en todo escritor, las dos dimensiones están en interrelación constante por vías que son complejas de controlar y de dominar, y es aquí donde la autora muestra su primera genialidad.

              Es un poemario que invita a aventurarse a la lectura por la poesía, un poemario que perfectamente puede considerarse como un libro de iniciación para aquellos que siempre han concebido la poesía como algo inalcanzable. Este hecho no es nada menor, escribir con sencillez y claridad, para que la poesía llegue al lector, es arduo. Uno ha de saber cuánto hay que decir para saber qué callar. Saber cuándo invitar al lector a empezar a leer y cuándo terminar para que deje de hacerlo.

              Me serviré de algunos versos que me ayuden a escribir esta reseña para así incitar a que se interesaren por el poemario. E intentaré mostrar dónde me condujeron tras su lectura.

              En el primer poema encontramos este verso: “un pasado pasando por mi memoria como una nube negra”. Vemos como la autora evidencia con este primer juego de palabras la interrelación existente entre el pasado, como sucesos pretéritos que acontecen en la vida de una persona sujetos a una memoria, y pasando, como espacio y recorrido necesario que evidencia que la memoria no es estática ni se limita al pasado, sino que se mueve en gerundio: en cualquier momento se vuelve presente. Finalmente remata su verso con una imagen potente “nube negra” que reconceptualiza y da otro enfoque entre estos dos términos.

La autora poco a poco invita al lector a reflexionar, de una forma liviana y paulatina, sobre las condiciones de los afectos y las interrelaciones: “sé que nos desconocimos para conocer el vacío”. La necesidad de separarse del otro, generar un vacío, para conocerse de nuevo: ¿necesitamos volvernos extraños para seguir madurando?, ¿cuánto hay de nosotros en cuanto vacío?

             

              Hilando con esta cuestión nos encontramos los siguientes versos de la autora:

De dónde ha salido

si ayer hacía sol,

abrí las ventanas,

entró aire

y escuché la felicidad en boca de niños.

              La infancia y la incertidumbre de conocer son elementos que María Puchades tiene claro que van de la mano. Estos versos impregnan la imaginación del lector que culmina en la expresión “boca de niños”, la cual nos evoca irremediablemente a la felicidad de los niños que sólo se emite a través de su boca y su risa.

              Rescataré los últimos versos de un poema corto que muestran la facilidad de la autora en sintetizar de forma magistral la incertidumbre que conlleva el encuentro amoroso con el otro. Y me refiero con amoroso a todas sus formas: de amistad, familiar, de pareja, etc. El poema se titula Lazos de azar.

              Entrelazar dos manos

              es tener entre ellas

              dos almas unidas por el azar.

Desde mi lectura encuentro en estos versos dos aspectos fundamentales sobre las relaciones humanas que son necesarias: el azar y la contingencia. Los encuentros con los demás son, en primer término, azarosos: pensemos en la familia que nos ha tocado. Dicho azar puede dar lugar a una contingencia afectiva, es decir, que se dé o no se dé una suerte de construcción para una relación: el tipo de relación es otro asunto que tratar. Pero ello está determinado por diversos elementos causales que están en el inconsciente de cada una de las personas que se encuentra.

              Las manos entrelazadas – el contacto – es la apuesta por esa unión, la cual contiene siempre un espacio de incertidumbre que puede decantar la balanza hacia la separación o hacia la formalización de un vínculo.

              Para concluir, la lectura de Todas mis lunas de María Puchades es una excelente elección para iniciarse en el mundo de la poesía, sobre todo para aquellos jóvenes que están preguntándose por ella. Y como dije al principio, hay un gran potencial en la escritura de esta autora, destellos significativos, que no hay que perder de vista.


Iván Navarro

Psicólogo Social, Investigador y Psicoanalista. Socio de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Valencia. Es autor de los poemarios Necesaria subjetividad (2021, Cuadranta) y Porque nadie sabía como llamarte (2023, Ole Libros) Es coordinador de Mínyma.

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