No voy a mentir, tengo un fetiche con la literatura asiática, en particular, con la japonesa. Una parte inconsciente de mi cerebro suele sentirse atraída por este tipo de autores y narrativas. Esta parte incluso es capaz de darle un sentido más profundo a esas palabras que a las escritas por autores occidentales. Es en ese ímpetu por querer leer más cosas provenientes de Asia, sumado a la necesidad de no estancarse solo en lo japonés, que decidí enfocarme en la búsqueda de un escritor coreano que pudiera darme una idea de cómo se enfrenta la literatura en esa parte del mundo.

Fue con esos criterios que un día di con la novela “Kim Ji-young, nacida en 1982” de la escritora Cho Nam-joo. La portada en sí ya es algo enigmática: una mujer encara directo al lector con la cabeza levemente inclinada y un rostro algo inexpresivo, con los labios apenas un poco abiertos y el pelo tomado en un moño que deja escapar algunos mechones. La mujer lleva un beatle negro y una de sus manos parece encaminarse o estar a punto de apretar su propio cuello. El fondo tras la mujer es verde y se superpone a todo una serie de líneas que van de un lado a otro creando formas suaves y curvas que, en ciertas secciones, cortan el rostro de la mujer en dos, pero podría ser incluso en muchas más partes.

Voy a confesar otra cosa: yo me dejo llevar bastante por las portadas y lo que me diga un libro en un momento determinado. No suelo ser un comprador que entre a una librería o a la tienda virtual de Amazon con una idea clara de lo que quiero leer. Tampoco soy un seguidor de recomendaciones. En ese sentido, podría decir que mi aproximación a la lectura es intuitiva y, naturalmente, sesgada por los criterios -conscientes e inconscientes- que he desarrollado a lo largo de mi vida. Es por eso que el enigma detrás de la portada de Kim Ji-young me llamó de inmediato la atención y supe que esa sería mi puerta de ingreso al mundo de la literatura coreana.

Tal como se lee en la contraportada, la protagonista tiene 33 años y lleva por nombre Kim Ji-young, el cual es, a su vez, el nombre más común de Corea (algo así como llamarse María González). Un día la protagonista comienza a canalizar, por medio de su voz, las voces de otras mujeres. Así de simple.

Naturalmente, las elecciones de la autora no son al azar. Decide nombrar a su protagonista con el nombre más común de Corea del Sur con el fin de indicarnos que esta historia se trata de la mujer más común del mundo. Por lo mismo, es a través de lo habitual y cotidiano que se pueden proyectar las voces femeninas, pues todas ellas participan de ese núcleo compartido que las lleva a alojarse en las cuerdas vocales de Kim Ji-young. Luego, la novela nos lleva al pasado, antes de que la protagonista comenzara con este extraño problema. Podemos ver la vida de Kim Ji-young desarrollarse: el deseo familiar de tener un hijo varón, la decepción (e incluso vergüenza) de haber parido una mujer; las preferencias que reciben los hombres en la casa, en el colegio, en el trabajo y en todo tipo de ámbito; el verse acosada por un compañero de clase; las reprimendas del padre, el novio y la sociedad por la forma en que viste, la gente que frecuenta y lo que dice o hace; las dificultades para insertarse en el mundo laboral, entre muchas otras más. En definitiva, Kim Ji-young, en el desarrollo de su vida ordinaria, proyecta un problema que es igual de común y respecto del cual la sociedad no ha hecho mucho, independiente de si hablamos de oriente u occidente.

Es probable que esta lectura sea especialmente atractiva en públicos femeninos, pues retrata una situación real que escapa fronteras y respecto de la cual muchas mujeres podrán verse reflejadas. En ese aspecto, todas pueden ser un poco Kim Ji-young y sentirse el reflejo de voces pasadas que dirigen, con o sin quererlo, sus destinos y decisiones vitales. Por otro lado, este tipo de narrativas sirven para fortalecer el sentido y alcance de palabras como “sororidad”, pues concretizan esos momentos de soledad o discriminación que muchas veces escuchamos decir, pero que no siempre logramos ver con claridad. Sin perjuicio de ello, creo que quienes podemos sacar un gran provecho de una novela como “Kim Ji-young, nacida en 1982” somos los hombres, dado que mediante las experiencias de la protagonista podemos hacer un ejercicio tan potente e importante como el cuestionarnos, reflejarnos en la víctima y reconocernos en el victimario. Esa es la única posibilidad real de cambio.


Mauricio Rojas

Escribo un poco para escaparme y otro tanto para encontrarme. También para llenar esos vacíos y poner en duda todo aquello donde se presuma certeza. Por último, escribo por contradicción, por impulso y por necesidad. En palabras de Lihn: “porque escribí estoy vivo”. Además de escribir, en Irredimibles coordino las publicaciones en Instagram.

Descubre más desde

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo