Compré este libro durante mis vacaciones. Quería leer algo que fuera de terror y que no hubiera sido escrito por Stephen King o Mariana Enríquez. Buscaba algo desconocido y que a la vez me atrajera, un libro que me llamase a su lectura en forma inconsciente. Fue en ese ir y venir entre estanterías donde tomaba y devolvía libros sin tener mucha certeza de por qué los rechazaba que di con “Audición” del escritor japonés Ryū Murakami.

El libro captó de inmediato mi interés. Tal vez fuera la portada, que mostraba el ojo de una mujer observando por una mirilla pintada rojo sangre sobre un fondo completamente negro y que me hizo pensar en películas tipo slasher o gore de los años 70 y 80. De hecho, noté inmediatamente después, esta novela fue adaptada al cine en una película catalogada como de culto y que, inclusive, es tanto o más popular que el libro en el cual está inspirada. Y es que Ryū Murakami (Nagasaki, 1952) es tanto escritor como director de cine por lo que su escritura está dotada de descripciones vívidas y se puede seguir la trama tal como si se estuviese viendo una película. Entre las obras destacadas de Murakami (no confundir con Haruki) se encuentran: Azul casi transparente (1976), Sopa de Miso (1997) y Piercing (1994).

“Audición” es una novela corta con una premisa algo ridícula, pero que, en el contexto, reúne todos los elementos para ser un relato de terror puro y duro: un hombre viudo decide que es hora de retomar su vida sentimental. Para ello se contacta con un amigo ligado al mundo del espectáculo que le propone la idea de sostener audiciones para encontrar una potencial pareja. Ambos amigos diseñan un esquema -a ratos cómico- que implica, entre otras cosas, el fingir la producción de una película que jamás se filmará para atraer a jóvenes aspirantes a actrices. Todas estas artimañas derivan en que Aoyama, el protagonista, dé con el currículum de Yamasaki, una mujer que se convertirá en el objeto de deseo y obsesión de Aoyama, cegándolo de toda la oscuridad que la rodea.

En la escritura de esta novela, Murakami juega con diversas temáticas. Por un lado, nos pone en los zapatos de un hombre de mediana edad que ha alcanzado relativo éxito y estabilidad. El personaje se encuentra en un estado de sopor o comodidad donde realmente no anhela ni busca cerrar alguna herida. Es solo a través de la presión social que decide implicarse en esta trama; sin embargo, una vez envuelto, es el principal motor para que las cosas lleguen al punto de quiebre donde todo se sale de control. Y es que la narración precisamente va de eso: de los estragos provocados por un conformismo que deviene en obsesión e idealización ante un otro que se reduce meramente a un deseo que se creía dormido. 

Por otra parte, esta narración también va sobre cómo las personas se instrumentalizan entre sí. Aoyama busca en Yamasaki a alguien que cumpla con las expectativas que tiene sobre las mujeres, imponiendo en ella una serie de características que terminan por deformar la realidad y le impide ver aquello que parece ser obvio para todos los demás. Yamasaki, en tanto, ve en Aoyama un estándar de hombre que, al verse frustrado, termina por desencadenar una locura que desfigura por completo todo aquello que parece perfecto.

Finalmente, el autor nos muestra un Japón inmerso en el capitalismo, donde los estragos de la guerra ya han pasado y la sociedad se encuentra sumida -al igual que el protagonista- en un letargo conformista; donde todo se reduce a pequeños placeres mundanos. En ese escenario juegan un rol importante las apariencias, la comida, los lugares de moda y la posición social.

La trama en “Audición”, en tanto relato de terror, tarda en construirse, pues el autor nos lleva primero por el camino de la obsesión de Aoyama para ahogarnos en las páginas finales con el desenlace de su ceguera. Esta novela puede no ser para aquellos que busquen este tipo de narrativas para mantenerse al filo de sus asientos. Por el contrario, el ritmo, la forma de escribir y los personajes se perfilan muchas veces como cómicos y sus acciones resultan absurdas. Sin embargo, todos estos elementos terminan por desembocar en una tenebrosidad que puede avizorarse entre líneas y que producen ese efecto de las películas de terror donde uno sabe que todo terminará mal e intenta prevenir a un protagonista que insiste en abrir una puerta que siempre debió mantenerse cerrada.


Mauricio Rojas

Escribo un poco para escaparme y otro tanto para encontrarme. También para llenar esos vacíos y poner en duda todo aquello donde se presuma certeza. Por último, escribo por contradicción, por impulso y por necesidad. En palabras de Lihn: “porque escribí estoy vivo”. Además de escribir, en Irredimibles coordino las publicaciones en Instagram.

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