Myriam sabe mucho, muchísimo de poesía. No solo eso. Compone e interpreta poemas de forma natural y con un pulso notaable. Dice la poeta andaluza Carmen Camacho, “Dadme un boli y moveré el puño”. A la propia Carmen Camacho la cita Myriam Soteras en uno de los mejores poemas del libro “Decía mi yaya”, un poema que ella misma nos cedió para que publicaramos en Irredimibles. A la autora catalana le han dado un boli y papel de lija, y con estos aperos, como veremos más adelante, se ha salido de órbita.

Antes de publicar su primer poemario, llevaba tiempo escribiendo poesía para «La Charca Literaria» e interpretando sus poemas en numerosos recitales. Haber sido editora, o dirigir un club de lectura poética en la librería Lagaia Books son solo algunas más de las actividades que le llevan a tonificar sus músculos poéticos para llegar a su primera publicación editorial en un estado de forma poco habitual para un autor novel.

IMAGEN: Myriam Soteras junto a Joan Vigo en la librería Farenheit 451 de Barcelona.

Si Myriam tenía una deuda con el género poético, era la de no haber publicado ningún poemario. Algo que saldó en 2022 al ver la luz Papel de Lija (Ediciones Tremendes). Los treinta poemas que componen “Papel de Lija”, transitan entre el Nature Writing y la relación con la memoria de una forma elocuente y llena de matices.

“La cepa tierna cruza el mar en un puñño de tierra.
Añora el limo fértil. La ribera.
A falta de abrazo de la greda,
cría hijos por mitosis del trayecto.”

Papel de Lija tiene una clara intención poética por explorar la formación de la memoria, de los recuerdos. ¿Era tu intención explorar este tema o surgió a medida que escribías?

Justo. Y sin embargo, soy ahora más consciente del peso que tiene la memoria en el libro que durante el proceso de escritura. Mi leitmotiv fue la idea de rastro.  Quería conocer desde dentro la experiencia de publicar, que ya conocía bien como editora, y no quería que el libro fuese una antología de lo escrito, quería “ponerme a escribirlo”, pensar en el libro como obra en sí, pensar el libro antes de escribirlo. Y encontré en esa idea del rastro un hilo cómodo: me permitía hablar de muchas cosas, ¡de casi todo! (hehehe). Y pensé el libro como una serie de invocaciones, de exorcismos de esos rastros que nos configuran, para nombrarlos, hacerlos presentes, poder borrarlos y ver si quedaba algo debajo. No llegué a ninguna conclusión, por supuesto, pero para mí la literatura es la pregunta. La respuesta es otra cosa.


Juan Ramón Jimenez escribió: «Si te dan papel rayado, escribe de través; si atravesado, del derecho.»

Sin embargo todos recordamos esta cita como un pareado:

«Si os dan papel pautado / escribid por el otro lado.»

que es como Ray Bradbury la referenció al inicio de «Farenheit 451», esa distopía en la que los bomberos quemaban la literatura y los ciudadanos la memorizaban.

Podríamos pensar que a Myriam Soteras le dieron papel de lija y decidió escribir por el otro lado. Sin embargo hace algo más: agarra el papel de lija, afila sus lápices en el anverso y escribe por el reverso. Porque la poética de Myriam es de lápices afilados, ecos de versos y memoria que resbala como el recuerdo difuso de la frase de Juan Ramón Jimenez.

Los primeros versos de Papel de lija lo dejan claro:

«La memoria pensada / camina del revés / cruza la línea de la verdad / y ya es sospecha»

El título de la obra ya nos da una pista de lo que nos vamos a encontrar dentro, poemas llenos de evocación, absolutamente actuales pero convenientemente lijados y con una capa de veladura que, como ella dice, es la sospecha del paso del tiempo en la memoria.

«Sanada la ignorancia
audaz de los lechales
con la cordura que da
haber besado a un muerto,
macero el tiempo glauco
en la doblez de la arruga»

Papel de Lija ha tenido muy buenas críticas y comentarios ¿Qué ha supuesto para ti su publicación? ¿Dónde esperas que llegue el libro?

Sin duda, es un libro afortunado. Estos días, como se cumple un año de su primera edición, he caído en la tentación de hacer memoria, recuento, y me ha emocionado la cantidad y la calidad de las personas que le han dado sentido. Un libro es lo que leen sus lectores, y no puedo estar más contenta. De tanto bueno que han dicho lectores, autores, periodistas, editores… a los que admiro, y sobre todo, de los consejos tan sabios y tan imprescindibles para seguir investigando, probando, mejorando… Eso sí, hay que tener también un ojo en la sombra para no deslumbrarse: las malas críticas, cuando uno no es nadie, nadie las publica. Y también debe haberlas. Incluso yo misma, si volviese a escribirlo, hay algunas cosas que no me permitiría… pero alguien me dijo hace mucho que los libros no se terminan: se abandonan. En algún momento hay que parar, para poder hacer otra cosa. 


“Arráncale al mundo
la letra que le sobra
para ser silencio”

Esta poesía nueva pero que suena a clásica es fruto del dominio técnico del género que posee la autora. El oficio bien ejecutado y la artesanía de sus composiciones dan como resultado construcciones bien pulidas y aún así singulares. El dominio de la métrica, la musicalidad, el sujeto poético, el encabalgamiento, consiguen que un poema dedicado a Scott Kelly, un astronauta que contó sus inseguridades al volver a la Tierra después de una larga estancia en el espacio, y que parece evocar siglos pasados. Hasta ahí es capaz Myriam de mover el puño y el mundo con su boli.

«Busco el velcro que sujete
la copa donde baila el vino preso
– hipnótico, inquietante movimiento
»

«Y en la punta del alfiler con que la cuna castiga al exiliado
mi yo más mío invierte la órbita del pulso:
no sé volver»

Has esperado para publicar, ¿Qué consejos le darías  a la Myriam que empezaba a escribir? 

Que leyera más. Que escribiera más. Que reescribiera más. Que no tuviese prisa y que se diese cuenta antes de que la literatura es su verdadera razón, que le diera más espacio, más dedicación. Pero ya sabes, “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”. 

Diriges un club de lectura, haces firmas, presentaciones, recitales, redes sociales, además de posiblemente, otro trabajo, ¿Te queda tiempo para escribir? ¿Qué tienes en mente para tu próxima publicación?

Tengo la suerte de haber podido “parar”, desvincularme un tiempo del trabajo “yugo” (el término es de Ginés S. Cutillas), con la idea de dedicarme a escribir. Pero lo cierto es que no estoy escribiendo tanto como quisiera (tanto “bueno”, quiero decir). Lo que sí que es un lujo es poder leer, investigar, y dedicarle tiempo y energía al libro. El hecho de que una editorial, que al fin y al cabo son personas que también pagan facturas, arriesgase su pan por el libro, me empujó a hacer lo posible porque a esos editores les salieran los números. Y en el camino descubrí la maravilla de compartir, con el club, con los recitales, con las tertulias…  Está siendo una experiencia valiosísima, pero esta “hora del patio” terminará en algún momento… Tampoco me da miedo. Papel de lija lo escribí durante unos años en los que trabajaba siempre y mucho, y aún así salió. Con mucha ayuda, eso sí. Ahora estoy intentando “cerrar” proyectos que tenía iniciados, pero soy supersticiosa… te cuento más cuando vean la luz. 


«Nombrar con tu nombre el amor
al tacto, a las mañanas.
Llamarme yo tu nombre.
Obrar la metonimia de ser buena »

Decía Sharon Olds que escribir poesía es hacer árboles con muebles viejos y a Myriam Soteras no le basta con lijar los muebles viejos hasta convertirlos en árboles. Logra que esos árboles florezcan hasta dar fruto y deja a la interpretación del lector, la labor de recoger los frutos de sus versos, de realizar la cosecha de esa memoria que poetiza. Como escribe Amy Hempel «Acaso no somos todos la cosecha de alguien». Myriam es cosecha de sus lecturas y sus maestras, lo que nos deja a sus lectores como consumidores de proximidad de la poética que ella rememora con esos  lápices afilados con papel de lija.

«Tender sobre el prado el rebaño de futuros.
Olvidarlo.
No ser más heredera de la ruta del pastor»


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