Juan Alberto Vich Álvarez (Donostia – San Sebastián, 1992). Escritor, graduado en Ciencias Químicas y en Filosofía. Realizó un máster en Filosofía, Ciencia y Valores en la Universidad del País Vasco. En la actualidad, es doctorando en Filosofía del Arte en la Universidad de Deusto. Trabaja como gestor cultural y colabora en diferentes revistas y medios digitales. Fundó y dirige la revista cultural Trépanos, una publicación interdisciplinar de corte artístico, científico y literario.
Ha publicado la novela La siega, Círculo Rojo (2017), y el ensayo Los problemas de tener un hijo suicida. Manual de educación, Tabula Rasa (2020). En 2023 publica en Loto azul el poemario Sonetos del parto.
Del que han dicho Luis Alberto de Cuenca que se narran «Los cuatro nacimientos del artista poetizados en un libro muy original» y Pablo D’Ors que en él: «Mística y poética se dan expresivamente la mano en este poeta de los niveles de consciencia»
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Web: juanalbertovich.es
Cuatro poemas de “Sonetos del parto” (Loto Azul, 2023), de Juan Alberto Vich Álvarez
Era de Eras Como los surcos en la tierra, crecen bajo mis ojos los años —y son piel—, hacedores de la medida más cruel cuyas cuencas físicas envejecen. Véanse los cabellos blanqueados, la venida de la muerte en el resto y una fruta de Dios-Padre en un cesto pudriéndose entre néctares sudados. Una riada ha dejado un reguero de barro oscuro y con él se ha llevado las respuestas de todas las preguntas. Año cero, mes cero, día cero. Las manecillas son bestias de arado que señalan el cuero con sus puntas.
Pechos de leche De la luna es muerte y del sol es vida, quien bebe sediento de su redondez ilumina de azul la escama del pez: color de los rayos suyos. Nutrida queda de su sustrato, savia blanca desde la raíz, calando los labios los hidrata e hincha, engorda sin agravios sus carnes. Agua del pozo —que estanca— espera la apertura de una presa alcanzando su desembocadura. Astros vivientes que mueven mareas y en cuyos fondos sedimenta espesa la posible y futura voladura que valdrá de conducto a las ideas.
Hubo un túnel Detrás del agujereado techo hay una llama de hoguera quieta y ardiente que embaraza el espacio trascendente con luz plena, haciendo de ésta su lecho. La doble bóveda estuvo enlazada: la tuya con la mía y, en medio, un paso de viento. Una suerte para el ocaso, expuesto en su atmósfera iluminada. Facilita el tránsito el vado abierto e inicia la subida río arriba, donde el manantial es fresco y brillante. Ante mis ojos quedas descubierto: ¡oh, Sol de inmensa blancura extensiva, con mis manos te recibo flagrante!
La resurrección de la voz Durante el primer canto, al amanecer, creí haber escuchado a tu creador dirigirse a mí desde el hondo interior de la llama alegre y consciente del ser. Su muerte es —hoy— capítulo lejano, no pudiendo ser quien creí haber sido; siendo, de hecho, un sonido mantenido, rescoldo del significado humano. Ahora entiendo, hijo, lo que dicen tus luceros ojos cuando te miro y de tus versos me siento cautivo. Que, pese a que a muchos atemoricen, la flecha del tiempo oculta un respiro: saber que, en tu nombre, resido vivo.