“Solo en la incertidumbre existe lo posible”.
En esta primera frase puede apreciarse la línea que va a mantener Patricia Crespo en cada página de su poemario Manifiesto de incertidumbre (Editorial Olelibros 2022). Y me refiero a la capacidad de acudir a la paradoja para arrojar un atisbo de verdad.
Pero no me refiero a verdades absolutas. Tampoco a un intento de la autora por arrojar algo de luz al lector respecto qué hacer con la incertidumbre. Es una cuestión bien distinta: es evidenciar que en la mediad que la razón intenta precisar o acotar cualquier acontecimiento o suceso de la realidad el objeto desaparece o escapa al entendimiento.
Es decir, solo puede apreciarse la cosa desde lo tangente.
Solo puede ser de este modo, en primer lugar, por nuestro propio lenguaje ya que es el límite de nuestro mundo (recurriendo a Wittgenstein). Y, en segundo lugar, por la torpeza irremediable de la persona por querer acotar y dominar aquello que desconoce. Estos aspectos son tratados de manera magistral por la autora con versos como: “Renacimiento perpetuo del vínculo / entre el pensamiento y el deseo”.
Estos versos hacen cuestionarme si existe realmente un vínculo entre el pensamiento y el deseo. O, más bien, es uno contingencia del otro. Aunque me causa más interés lo que deja la autora por dilucidar de aquello que hay o lo que queda entre el pensamiento y el deseo.
El libro no pretende hacer un estudio, sino que se elabora como un manifiesto, es decir, un intento de compartir con el otro un descubrimiento que ha ido fraguándose a lo largo de los años.
Se espera un lector activo. Un lector que no espere respuestas ante la vida caótica que intentamos ordenar con unos simples palos ante una enorme presa. Esa actividad implica involucrarse.
Depositar algo de sí en la lectura no es sencillo, ya que implicaría descubrir aspectos de uno mismo que no conoce. Lo cual Patricia, con su escritura, es capaz de conseguirlo.
Y aquello que uno no conoce de sí mismo, en primer lugar, es asumir que no hay certezas y que estamos en el ámbito de la incertidumbre constante. Por otro, implica a un lector que se atreva a dar martillazos a su realidad y la cuestione (y esta metáfora no la utilizo de forma aleatoria, ya que en este libro pueden encontrarse similitudes a la hora de elaborar aforismos con un eco similar al de Nietzsche).
Puede considerarse un poemario intimista, pero sería un error. No sabría realmente ubicar de qué tipo de poemario estaríamos hablando y creo que esta es la esencia del propio poemario: dejar en la incertidumbre al lector.
Creo que la autora ha conseguido evidenciar la necesidad del encuentro entre la curiosidad-incertidumbre con respecto al deseo: el cual siempre está en movimiento porque hay algo que falta. Como bien dice la autora “El deseo perduró/en el vacío…”. Sin ese vacío no perduraría el deseo. Es necesario que falte o que se desprenda algo para ir en búsqueda de aquello que nos falta.
La autora apuesta por un vaciamiento radical a nivel de lenguaje para seguir buscando ante la incertidumbre: “Dejamos morir las palabras, /se vaciaron de significado…”. Sería, y posiblemente sea una simplificación que traicione a estos versos, entender que al vaciar de significado las palabras algo muere y da lugar a otra cosa. Pero en este ejemplo, en mi intento por acotar algo, hago perder la esencia de estas palabras: algo siempre escapa.
En la medida que se avanza en la lectura aparecen momentos de descubrimiento. Es una sensación ambivalente porque dicho descubrimiento al instante desaparece. Como bien comenta la autora “Ese exquisito segundo / donde la verdad se golpea contra la realidad…”. No puede mostrarse de un modo tan sagaz la experiencia de darse con momento de “lucidez”. Y esa lucidez no es otra que esa verdad, asumida como certeza, que se desploma ante el acontecimiento de lo real. Más allá del sentido.
Sin embargo, somos seres que confiamos en la imaginación, en lo ficcional. Algo de nuestra realidad necesariamente se estructura desde aquello que imaginamos: más allá de lo racional. Y en ocasiones, los recuerdos son el mejor ejemplo de ello, este mecanismo imaginario puede hacernos revivir o sentir en el presente sucesos o aspectos que no están ocurriendo: “¿Por qué duele el recuerdo de un dolor?”. Es como evidenciar la vivencia de los tres tiempos como simultáneos: presente-pasado-futuro.
Para concluir quiero dejar claro que es un poemario que es necesario leer. Es una vuelta de tuerca a un modo de utilizar el lenguaje preciso. Dicha precisión lleva a una nueva forma de pensar las palabras y sus significados. Creo que en eso trata la labor de un/a poeta: en separar o evidenciar la incoherencia que existe en la certeza de las cosas. Pienso que Patricia Crespo ha sido capaz de hacer una gran aproximación significativa a este acto poético. Lo cual no es nada sencillo.
Así pues, creo que el mejor modo de dar evidencia de ello es terminando con unos versos de la propia poeta que resumen claramente estas reflexiones que son simplemente una lectura de las muchas que pueden darse y esperan ser descubiertas.
“Y de pronto el ayer se hace hoy
y la noche extraña un recuerdo
y tú regresas a condenarte”.
Iván Navarro Lluesma (Valencia, 1987).
Psicólogo Social, Investigador y Psicoanalista. Socio de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Valencia. Ha escrito diferentes artículos de divulgación psicoanalítica y de psicología a nivel nacional. Es autor del poemario Necesaria subjetividad (2021) publicado con Cuadranta Editorial, y coordinador de Mínyma.