Era uno de mis propositos de lectura y ya está cumplido. Y no era precisamente el más fácil de cumplir. Dicen de este libro que es enrevesado y que su lectura puede ser exasperante, pero que hay que perseverar. Y tienen razón. No es que sea demasiado largo (no llega las 200 páginas), tampoco es pesado o denso, está lleno de continuos juegos de palabras y situaciones rocambolescas.

Aún así lo que más sorprende para un libro tan complicado de leer es lo divertido y entretenido de la trama, llena de suspense y confabulaciones reales o imaginarias.

Y pese a todo esto, desconcierta con una trama extravagante en la que no se sabe demasiado bien cuándo una escena es lógica o absurda o cuándo un personaje es presa de sus emociones o de su estado lisérgico o paranoide.

En definitiva, las últimas páginas de “la subasta del lote 49” me han dejado claro que la enrevesada escritura de Pynchon puede ser divertida o no serlo o incluso no lo tengo claro. Tal vez debería leerlo de nuevo.

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