No hay vez que vaya al teatro a ver una adaptación de una novela de Miguel Delibes y no salga transformada. Me pasó con Mujer de rojo sobre fondo gris, interpretada por José Sacristán, y me ha vuelto a pasar con Las guerras de nuestros antepasados, interpretada por Carmelo Gómez y por Miguel Hermoso.
La novela de Miguel Delibes publicada en 1975 no estaba escrita como obra de teatro, pero el propio Miguel Delibes junto con Ramón García la adaptaron y fue estrenada el 7 de septiembre de 1989 en el Teatro Bellas Artes, de Madrid. En aquel estreno, el director fue Antonio Giménez Rico. Y el reparto: José Sacristán (Pacífico Pérez) y Juan José Otegui (Dr. Burgueño).
De esta adaptación se imprimió un libro cuyo prólogo fue escrito por el mismo Miguel Delibes, que dice así:
He dicho en otras ocasiones que los novelistas suelen ser hombres de pocas ideas pero obsesivas, que, a lo largo de su vida, desarrollan en diversas variantes. Yo creo ser uno de esos novelistas en cuanto que todos los personajes de mis relatos, aparte de desempeñar un papel determinado en la trama, están presionados por el entorno social, suelen ser perdedores, víctimas en una u otra medida de la ignorancia, la miseria, el miedo, la organización o la violencia. Mis obsesiones.
Seguramente en el libro donde esta realidad se hace más patente es en mi novela Las guerras de nuestros antepasados que, ahora, con la colaboración de Ramón García, he trasladado a la escena. Pacífico Pérez, nombre obviamente simbólico, es el protagonista de este drama, muchacho hipersensible que por mor de la violencia circundante -no sólo la de sus belicosos familiares acaba convirtiéndose en un hombre gratuitamente agresivo, inhibido, y escéptico. Alguien podrá aducir que en la actualidad, el mundo civilizado (?) ha desterrado las guerras y, en consecuencia, este drama, tal como ha sido concebido por mí, no volverá a repetirse. Pero yo me pregunto: « ¿Estamos seguros de que esto es así?» Y si lo es ¿no es el miedo antes que un sentimiento de fraternidad quien ha instaurado en la Tierra esta paz vigilada?
Sobre el hombre gravitan cada día nuevos elementos de presión que condicionan sus actos y cohíben su libertad natural: el consumismo, la droga, la televisión, la agresión al medio ambiente, el acoso sexual… ¿Quién puede decir que el hombre ya no está amenazado? Para mí, la fábula vivida por Pacífico Pérez demuestra lo contrario, es decir que, hoy, en no pocos aspectos, el libre albedrío no pasa de ser una entelequia. El diálogo sostenido por el recluso Pacífico Pérez con el doctor Burgueño, médico del sanatorio penitenciario donde está internado, plantea problemas esenciales sobre la libertad y la responsabilidad humanas sobre los que haríamos bien en meditar.
M.D. Junio 1990
Hoy casi treinta y tres años después de haberse escrito este prólogo, sigue habiendo guerras en el mundo, y hay que dar gracias por que en nuestro país no haya habido otra posterior a las tratadas en esta novela, a saber, tres guerras carlistas, la guerra del Rif y la guerra civil, aunque sí podemos percibir todavía algunas tensiones y heridas abiertas de esos posos.
Y es que la familia de Pacífico Pérez, así se llama el protagonista, es una familia de machotes, que usa las guerras como regla de medir su hombría. La guerra del bisabuelo, la del abuelo, la del padre y ahora le toca a Pacífico prepararse para la guerra que vendrá y tendrá que ganar, como todos han hecho en las suyas. Pero claro, esta familia no es de reyes ni de mandatarios que provocan las guerras, son simples campesinos de un pueblo de cincuenta habitantes, víctimas de las circunstancias, de la ignorancia más absoluta y de unas emociones muy primitivas, donde el odio y el rencor ganan a todas las demás.
Pero Pacífico, como su nombre indica, no es como ellos, es un hombre sensible, un hombre unido a la naturaleza, un hombre bueno, que tiene que convivir y obedecer a estos hombres de su familia. Hay un tío suyo, que también es distinto, y que él admira, y con el que puede hablar. Pero a pesar de su condición natural, el ambiente hostil en el que vive y sus pocos recursos mentales y emocionales le llevan a cometer un crimen.
Sin querer dar muchas más pistas. Sólo os diré una más. Pacífico está en la cárcel por este crimen y por otro que no ha cometido y por el que le pueden ejecutar si no habla y se defiende contando la verdad. Toda la obra se centra en las conversaciones que tienen en la cárcel el psiquiatra y Pacífico.
Extraigo aquí un fragmento de la primera adaptación de la novela, donde Dr. es el psiquiatra y P.P. es Pacífico Pérez):
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Dr.— ¿También pensaba tu padre que tu guerra no podía tardar?
P.P.— Así es, sí señor. Igual que el Abue que decía: «¡Ay chaval!, ¿puede saberse qué va a ser de ti el día que llegue tu guerra?». Que a Padre se le alcanzó a decir entonces, «será el primero de casa que la pierda».
Dr.— ¿No les dijiste nunca a ninguno de los tres que a lo mejor no había más guerras?
P.P.— Por mayor, una vez se me ocurrió, doctor. Se lo dije tal que así al Bisa, y no quiera saber cómo se puso, oiga, que la guerra estaba en nuestros huevos, y que mientras los hombres tuviéramos huevos, y Dios Padre me perdone, pues eso, habría guerras, ya ve qué formas.
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Casualmente, mientras escribía esta reseña, he oído un podcast de Radio Ser, en el que hablaban el psiquiatra Enrique Rojas y su hija Marian, los dos excelentes psiquiatras, donde afirmaban que la psiquiatría es una rama de la amistad, donde el psiquiatra tiene que involucrarse y dar humanidad a la medicina. Y recalcaban que esta forma de ver la psiquiatría, a muchos de sus colegas, les parecía algo inaudito. Sin embargo, Miguel Delibes parece que ya pensaba en un psiquiatra como Enrique Rojas para el papel del Doctor Burgueño, o en sí mismo como novelista que contempla la realidad que le rodea e indaga hasta descubrir la verdad y cuestionarlo todo.
Y es que se pueden hacer muchas lecturas de esta obra y desde muchos ángulos distintos. Una, efectivamente, podría ser la relación que tienen los dos personajes. El psiquiatra tiene que tomar una decisión que puede salvar la vida de su paciente pero al mismo tiempo, ha dado su palabra con no utilizar las pruebas porque su paciente no quiere.
Y luego, está la conversación. Todo lo que va contando Pacífico Pérez de su familia, de su vida, de su relación con los de su pueblo y con los del pueblo de al lado. Su relación con una mujer, Candi.
Por cómo va contando Pacífico su historia, Miguel Delibes puede ser considerado como nuestro William Faulkner español. De hecho, Roberta Johnson escribió un ensayo sobre lo común que tenían Miguel Delibes y William Faulkner al contar sus historias.
El castellano usado por los campesinos de un pueblo de cincuenta habitantes de esa España de entonces y la interpretación que hace Carmelo Gómez es magistral. Y también está el castellano culto del psiquiatra tan bien interpretado por Miguel Hermoso con los esfuerzos que hace para que la conversación pueda fluir de forma normal entre los dos.
Dice Claudio Tolcachir, el director de esta nueva versión de la obra, que el teatro, al menos para él, revalida su sentido cuando nos permite indagar en el alma humana, nos enfrenta a nuestros propios prejuicios proponiendo preguntas que quedan rebotando entre el corazón y el pensamiento en un diálogo revelador.
Y yo voy a seguir dándole vueltas a estas neuronas espejo que se me han activado con fuerza y no puedo dejar de pensar en esta maravillosa obra . Si podéis ir al teatro , está en el Teatro Bellas Artes de Madrid, desde el 25 de enero 2023 y seguirá por lo menos hasta el domingo 2 de abril. Si no, siempre podéis leer la novela de Miguel Delibes y comentar qué os ha parecido.
Marisol Moreno Beteta
Jugadora de ping pong entre las ciencias y las letras. Ingeniera Técnica en Informática de Gestión (UCM) y licenciada en Estudios de Asia Oriental, con la especialidad en China (UAM). Fuentetaja y Escuela de Escritores han sido también lugares donde he habitado y he aprendido mucho. Irredimibles es un refugio en el que me gusta estar, crear, creer, crecer, compartir, sentir, vivir.