La gran ola

tan majestuosa,

encerrada en sus 37 por 25 centímetros de superficie

tragándose todo:

el Fuji, tres barcazas, un puñado de remeros.

Ahora salpica la mirada

de ese hombre

que pulula por el museo

sin rumbo cierto.

Él,

tan extraño,

dueño de sus cincuenta y dos metros cuadrados

secándose los ojos llenos

de esos botes, 30 hombres, un monte.

Entonces piensa en la esposa

de un pescador

que naufraga

en un museo.

Ella,

tan sola,

encerrada en su metro sesenta de estatura

imaginando que cabalga,

en un bote de algún hombre, la gran ola.

Sabe que, al cerrar las puertas,

junto con sus sueños

se hundirá

en el mar.


2 comentario sobre «La Gran Ola de Kanawa»

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