Mar Horno es una lectora empedernida desde que era una niña. Se adentró en el mundo del microrrelato en 2011, género en el que ha destacado con multitud de premios como La Microbiblioteca, Relatos de viajes de La Ser, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Purorrelato de Casa de África,, Premio de Microrrelato Antonio Garrido, Premio EMT Madrid, Premio 10 años de ENTC y, entre muchos otros más, recientemente el distinguido Premio de Microrrelato Iasa Ascensores.

Sus textos han aparecido en antologías del genero como Los pescadores de perlas, De Antología la logia del microrrelato o Un tiempo breve. También en prestigiosas revistas como Quimera o Revista Litoral.

Publicó en 2012 su primer libro de microrrelatos, “Precipicios habitados”, con la Editorial Talentura, que quedó entre los cinco finalistas de los Premios de Narrativa “Ciudad de Alcalá” del Ayuntamiento de Alcalá de Henares (Madrid).

En febrero de 2022 publicó su segundo libro, “Náufragos del Océano Índigo” con la editorial Bululú, que ha sido seleccionado como finalista del Premio Setenil al mejor libro de relato publicado en España en 2022.

No se puede decir que Mar no esté acostumbrada a recibir premios y reconocimientos, pero en esta ocasión, el premio es para los lectores de Irredimibles, que, gracias a la generosidad de Mar Horno, pueden leer a continuación un microrrelato cedido por esta maestra de la brevedad, un texto que cierra su celebrado libro de relatos “Náufragos del océano Índigo”


GREEN MONKEY

Mar Horno

A orillas del océano Índigo, el “Green Monkey” era un garito del puerto viejo, encajonado entre un cochambroso almacén de redes de pesca y un moridero de barcas, adonde acudía personal de toda calaña o condición. Allí, cualquier extraviado podía encontrar buena o mala compañía mientras se bebía tranquilo unas copas. Su ubicación solo la sabían unos pocos privilegiados del desengaño.  Las camareras eran dos hermanas gemelas ya entradas en años, antiguas reinas de la belleza, cuyos escotes generosos, ropa ceñida y bocas embadurnadas de carmín, animaban el ambiente. En sus pechos siempre se podía llorar y en sus labios encontrar unas palabras de consuelo. 

Mucha gente iba y venía, pero cada noche se dejaba caer, como lluvia fina, una asidua clientela que siempre ocupaba las mismas mesas desgastadas por el arrastrar de vasos y penas. Por ejemplo, la elegante y aristocrática señora Besson, madame de un prostíbulo, ya jubilada. Un abogado, ejemplar padre de familia y aficionado al sadomasoquismo tres veces a la semana. Un millonario, que gustaba vestir como un mendigo y dormir en los soportales de la plaza vieja. Una famosa oftalmóloga, fetichista de hombres tullidos. Un controlador aéreo, que había estrellado un avión de pasajeros. Una mala madre. Un ladrón de cadáveres. Una princesa de incógnito. Un traficante de órganos. Una enfermera, asesina por compasión. Un hombre que había estado muerto durante cuatro horas y diez minutos. 

En el “Green Monkey” no estaba reservado el derecho de admisión y nunca se le negó la entrada a nadie. Sin embargo, sí se reservaban algunos rincones donde poder fornicar, un lugar despejado en el patio trasero para quienes querían pelearse a puñetazos, el suficiente espacio en una gruesa libreta donde apuntar las bebidas fiadas y un cómodo taburete, al fondo de la barra, donde se encaramaba el dueño de aquel tugurio cuando se cansaba de estar de pie cocinando frente a sus queridos fogones. Aficionado a la “haute cuisine”, el señor Monkey gustaba de mezclarse con sus clientes, aunque sin intimar mucho, llevando a rajatabla la máxima de cada cual a lo suyo y deja morir o vivir en paz. Les ofrecía sus exquisiteces, pasando por alto que aquellos toscos paladares las engullían sin apenas tomarles el sabor y aceptaba las discretas alabanzas con fingida humildad de gran chef.

Siempre había soñado con regentar un lujoso restaurante de cocina molecular en la parte alta de la ciudad, pero nadie quiso alquilarle el sitio donde abrir su negocio. Así que, sin querer renunciar a su sueño, inauguró discretamente el “Green Monkey”, que terminó siendo un refugio para aquella variopinta caterva de descarriados, divergentes, locos y ladrones de medio pelo. Pero no se quejaba. No le iba mal. Y además, ¿quién era él para juzgar? Al fin y al cabo, nada más que un mono verde lleno de cicatrices que, hacía años, había logrado escapar de un laboratorio con solo medio cerebro y dos corazones. 


Mar Horno García (Torredonjimeno, Jaén, 1970), se licenció en Documentación por la Universidad de Granada y, tras realizar un master en Información y Documentación Científica, trabajó en varias ciudades como Granada y Sevilla. En 2003 se asentó definitivamente en Jaén donde actualmente trabaja como documentalista audiovisual en Canal Sur, la Radio Televisión Pública de Andalucía. 

2 comentario sobre «Autora Invitada, Mar Horno»

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