Seis poetas para llevarse a la piscina

Empezamos con DESLENGUA de Carmen Camacho, un libro que nos trasladará con sus soleares, sus tankas, jaikus y calaveritas a la musicalidad de las calles de Andalucía, remitiéndonos al decir de sus paseantas. Una delicia publicada por Libros de la Herida que es un tratado de otorgarle arte al decir popular y componer poemas anclados al camino.

Dice Carmen Camacho: “Mi madre confunde el libro de familia con el libro de reclamaciones” y aquí llega Isabel Llanos con su propio LIBRO DE RECLAMACIONES (Ed. Marciano Sonoro) con poemas que saben a sandía y a versos triturados en el mortero. Con prólogo de Jesús Aguado, alcanzan su punto álgido cuando dejan al lector darse cuenta de que no pasa nada.

Si los poemas de Isabel Llanos saben a sandía, LAS OTRAS GEOGRAFÍAS (Talón de Aquiles) de Mónica Picorel saben a mango y a sal. Con una voz muy potente, que no tiembla, que no decae y con un pie metido en un charco y el otro en las nubes. 108 poemas que te agarran por las solapas y te leen a ti.

CALVIVA (Luces de Galibo), un collage onírico de poemas breves, sueños, diario y fotografías, necesario como una siesta o como un exilio del insomnio. Su autora, Carmen Hurtado, artista, fotógrafa y escritora, un collage en sí misma.

Quién pudiera respirar escarcha en plena ola de calor o arrimar su pecho al poema más fresco que encontrara. La excelente relatista Emma Prieto publica en Eolas este poemario RESPIRAR ESCARCHA en el que deja entrever la fina ironía que suele acompañar a sus relatos.

Como no llevarse a la piscina a la micropoeta AJO. Mordaz, audaz, tan pukie que no tiene crestas en la lengua. Estos Micorpoemas 2 publicados por Arrebato caben en el bolsillo, en el bolso y en cualquier sitio del que puedan arrancar una sonrisa. De esos libros que hacen cosquillas en las neuronas.