Mario Pérez Antolín es uno de los autores contemporáneos más importantes del complicado género aforístico. La editorial Themata publica Mínima Esencia, una antología de los aforismos del autor que él mismo nos presenta además de obsequiarnos con algunos de los aforismos que incluye.
Mínima Esencia
Mario Pérez Antolín
El aforismo, para ser tal, debe relampaguear. En su naturaleza está la fulguración, pero también está la penetración lúcida y sucinta.
Al reunir en un único libro todos mis aforismos (los que en puridad han de denominarse así), he pretendido destacar esa parte de mi obra en la que se encuentra lo más esencial y revelador de mi forma de entender la escritura y la creatividad.
Si uno lo piensa bien, aquello que no se puede expresar en una frase quizá no debería ser dicho, porque la verbosidad únicamente añade sinsentido al sentido. No se trata, tal como yo lo entiendo, de proceder a una jibarización de los contenidos ni a un adelgazamiento de los recursos formales, sino de, partiendo de la máxima concentración de significado, alcanzar lo irreductible mediante chispazos intuitivos que conectan de manera directa con la imaginación proverbial. Por eso, cada aforismo que aquí aparece es un auténtico extracto que contiene lo más genuino de mi estilo: aquello que me pertenece por descubrimiento y que me distingue de los modelos generales. La quintaesencia de la personalidad artística.
El lector que se anime a leer este libro encontrará, antes que ejercicios de ingenio, ocurrencias varias o frases lucidas, un catálogo de pensamientos intensos que no dan la espalda, cuando procede, a la emotividad poética. Agudeza, lirismo, cognición y síntesis son los cuatro componentes fundamentales de todo buen aforismo que se precie.
La variedad de temas y de enfoques que en Mínima esencia aparecen, además de romper la monotonía de un minimalismo reiterativo, expande, a mi juicio, la comprensión fenomenológica de la realidad; objetivo último de cualquier texto, por mínimo que sea, que se mueva entre lo literario y lo filosófico. Esta estructura mixta de casi todos mis aforismos es otra de las características más visibles, ya que considero un requisito obligatorio, para que funcione este género, el perfecto ensamblaje de los componentes emocionales y los intelectuales.
En cuanto a la tonalidad, uno de los rasgos que mejor definen mi obra aforística, hay cierto consenso en la crítica a la hora de destacar el ambiente melancólico y sombrío que envuelve las imágenes. Ya sea por esta melancolía o por el escepticismo, que también abunda, lo cierto es que, si no fuera por el sentido del humor, resultarían difíciles de digerir, lo reconozco, estas píldoras existenciales.
Jaime Siles escribía lo siguiente en el prólogo de uno de mis libros: «Mario Pérez Antolín se mueve en un territorio filosófico-literario de no siempre fácil clasificación por lo amplio y complejo de los temas tratados en el mismo. Y no es que al género por el que opta le falte tradición. No, nada de eso: el suyo parte de la gnomé griega, se impregna de la sententia latina, disfruta con la geografía del aforismo, se divierte con el apotegma y alcanza esa porción de rápida y enigmática certidumbre que produce la frase encontrada, más que por la marmórea frialdad del razonamiento, por el ágil capricho que generan las misteriosas acrobacias del azar». Efectivamente este afamado poeta y ensayista describe bien los objetivos que me planteo cuando escribo: amplitud temática, consistencia hermenéutica, ubicación fronteriza, compromiso ético e innovación estética.
Ya sé que un aforismo es quizá la unidad creativa más pequeña de cuantas existen en la literatura o en el ensayo; pero, si echo en falta algunos de los apartados que antes expuse, es como si el resultado de mi capacidad analítica y artística naciera fallido. No entiendo lo micro como una reducción, sino como una captura emergentista de un todo que es mucho más que la suma de sus partes.
Por último, hago notar que esta antología marca el rumbo de un trabajo en constante evolución, cada vez más parecido a la vida misma. Razón por la cual no erraría el que llamara diario aforístico tanto a este libro como a la totalidad de mi producción en este género literarios.
«Los autores de aforismos y, de forma sobresaliente, Mario Pérez Antolín, aspiran sobre todo a expresar lo máximo mediante lo mínimo […] La literatura aforística de Pérez Antolín tiene mucho de surrealismo daliniano conceptual, de la misma manera que la obra artística de Dalí tiene no poco de aforística, cosa que hasta ahora nadie había dicho, ni siquiera yo mismo. Pero, ¿cuáles son los asuntos que más le inquietan, estimulan, incitan a Pérez Antolín? No es fácil resumirlos, pues, obviamente, Mario Pérez Antolín no pretende construir un sistema. No obstante, hay algunos que me parecen esenciales en Mínima esencia. Esos asuntos son: El Yo —o sea, el propio autor—; la persona y las relaciones humanas y sociales; Dios y algunos aspectos de la política y la religión; y el conocimiento y la verdad […] Una de las principales preocupaciones de Pérez Antolín es la búsqueda de la verdad, incluso cuando lo hace al precio de desvalorizarla para, de ese modo, intentar revalorizarla».
Ignacio Gómez de Liaño
Selección de aforismos de Mínima Esencia de Mario Pérez Antolín
Emocionar como un poeta, contar como un novelista, pensar como un filósofo y, sobre todo, callar como un cartujo.
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Bien mirado, la topografía emocional del afecto se reduce a llorar, reír, bostezar.
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El que no te emociona con dos frases, mejor que no te aburra con un tratado. Por eso escribo aforismos.
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Desde el púlpito, los dogmas caen como bombas de precisión sobre la población indefensa.
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En las historias corrientes de las personas insignificantes encuentro el sentido heroico de la renuncia.
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Con la primera mentira acaba la infancia, con la primera nostalgia empieza la vejez.
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Las causas de las guerras futuras están escritas en las cláusulas de los tratados de paz presentes.
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Hemos pasado de condenar herejías a diagnosticar patologías. De la teopolítica a la biopolítica.
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Si te colocaron en un puesto, pregúntate a quién sirves; si te lo ganaste, pregúntate para qué sirves.
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Con el paso de los años vamos perdiendo la capacidad de asombro y la sustituimos por la capacidad de espanto.
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Solo se les deja ganar a los niños y a los reyes. Tal vez sea porque hay muy poca distancia entre el máximo poder y la máxima debilidad.
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Hemos dejado de implicarnos en lo público por mostrarnos públicamente. De la lucha hombro con hombro a la exhibición pantalla con pantalla.
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Un crítico literario que se precie, llevado al extremo, debe ser capaz de morir por un buen libro y de matar al autor de un mal libro.
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El vacío y la eternidad tienen un parecido sospechoso.
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En esa librería cada libro solo se deja leer por su único lector. Abrir uno que no te corresponda supone borrarlo.
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Los juegos de palabras y las metáforas son como la sal en un guiso: una pizca mejora su sabor, un puñado lo estropea.
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Lo más parecido a Dios es una montaña: impresionante vista a distancia, agotadora en la ascensión y etérea desde la cima.
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Mario Pérez Antolín (Stuttgart, 1964) es uno de los aforistas más importantes de nuestro país. Sus libros en este género (“Profanación del poder”,” La más cruel de las certezas”, “Oscura lucidez”, “Crudeza” y “Contrariedades” (La Isla de Siltolá, 2020) han recibido elogios de escritores tan eminentes como Eugenio Trías, Victoria Camps, Joan Subirats, Vicente Verdú, Juan Carlos Mestre, Jaime Siles o Ignacio Gómez de Liaño.
Autor de cinco poemarios: “Semántica secreta”, “Yo eres tú”, “De nadie”, “Esta ínfima parte de infinito” y “Cada vez que muero”.
Su obra aforística forma parte de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.