Bello puñal de lo cotidiano, es el primer poemario de Jorge Carrasco. Publicado por la editorial Loto Azul. Un poeta que se desnuda sin miedo, que muestra su vulnerabilidad y deja latente su interés por conocerse, deseando que cada lector haga lo mismo.
IX Indiferente, la luz derrama su juguetona certeza y hace color el mundo, lo representa. Miro como quien está naciendo el prodigio de tanto árbol, el volumen de la piedra, la montaña, y, conmovido, me detengo. La mente parece solo sentir, latir como roca, rozar lo inmenso, lo callado. VII Ardo en romperle el cuello al mundo, en quemar el bosque de tanto ego, en robar todos los bancos y con cordura compartir. Ardo en follarme al miedo, en quitar las máscaras e incendiar banderas, tedios y falsas fragancias. Ardo en gozar ver caer Internet, las redes, en enfrentarnos, de golpe, con el puñal de lo desnudo, de lo silencioso, a nuestro yo más profundo, y comprender. Ardo en exponer mis dudas, mis desafíos, en pronunciar lo vulnerable y bello que soy, en calcinar lo superfluo para presenciar la ceniza de lo más nuestro, heridas, culpas, miedos. IX Ríndete ante ti mismo, ante los otros. Deja las lanzas, desnúdate. Brilla mostrando tu tristeza, tu incomprensión del mundo, tu lento latir. Nada nos va a hacer cambiar. Grita lo que te duele, besa lo que más amas. Mañana quizás no estés y lo que podrías haber sido será roto cristal, huella borrada por el viento. IV Sabe la ceniza del canto del fuego, la boca abierta sabe del miedo, sabe la sombra de la materia, la duda sabe de la evidencia. Sabe tu luz de mis oscuros secretos, y mi voz sabe de tus silencios. La planta sabe de los desiertos, la vida, de tantos muertos. VIII Tengo tanto con tan poco. Tengo el cielo a mis pies y la mirada entrenada en la belleza de nube errante. Tengo la suerte del corazón azul de los otros a mi lado, de ser el astro minúsculo que hoy, aún, brilla. Tengo la herida en la rodilla del niño que sigo siendo y se atreve. Tengo al miedo aniquilado, ninguna certeza y todas. Alfabetos que invento, amores que son abiertas ventanas. Tengo un cuerpo que camina y acaricia los paisajes, unas manos que dibujan tiempo. Tengo, sobre todo, este irrepetible momento, esta agradable fatiga, la capacidad del asombro, las alas del mirlo.