
Verónica Avilés Calderón
Jugando, mami
Escribir es jugar. Así lo siento y así vivo cada historia que se me ocurre. Desde pequeñita he habitado en mis cuentos, sintiéndolos tan reales como mi propia vida. Encontrar las palabras adecuadas para compartir esas historias, para transmitir la emoción que me generaron mientras las imaginaba, me ha resultado mucho más difícil. Aún me cuesta.
Escribir es aprender, quizás por eso me gusta tanto. Con el paso de los años, la imaginación no ha sido suficiente y he tenido que utilizar métodos científicos como la observación y el ensayo y error para continuar el camino de la fantasía. Estudiar el comportamiento humano y aprender de los demás, me ha llevado a conocerme mejor a mí misma.
Escribir es vivir y espero que cada historia escrita también palpite. En eso me afano mientras escarbo entre las palabras y me hundo en revisiones y revisiones.
La poesía es un sueño que tengo desde niña, cuando me regalaron una antología poética en lugar de una Barbie. Pero como cualquier sueño, es escurridizo. Mis intentos en esta línea vienen como un arrebato que me sacude las ideas formando frases lo suficientemente temerarias como para considerarse a sí mismas y convencerme de que son versos.
Cuando aparece el arrebato, intento atraparlo, pero no siempre ocurre.
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