Mauricio Rojas | 25 de Julio de 2022

Decir que conozco a Federico Falco es algo tan cierto como exagerado. Es cierto en tanto me topé con él al fin de un taller de narrativa que estaba haciendo en 2019. En esa ocasión nos saludamos, intercambiamos algunas palabras de cortesía y luego él se fue a otra parte de la casa en donde nos encontrábamos para continuar su reunión con los editores de Montacerdos. Es exagerado porque, hasta ese momento, y salvo algunas cuantas referencias de oídas que tenía, poco y nada sabía de Falco y de su literatura. 

En el período en que me encontré con Falco, él estaba (probablemente) promocionando su última novela “Los llanos”, la cual le ha valido un amplio reconocimiento (fue finalista del Premio Herralde) y lo ha puesto entre los nombres más reconocibles del espectro de la literatura latinoamericana. 

Falco es argentino, nacido en 1977, y pertenece a la camada generacional de autores argentinos que hoy representan una forma de narrar muy particular como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin o Luciano Lamberti. Aunque no conozco en extenso la obra de ninguno de estos autores, sí he leído lo suficiente de ellos para poder detectar puntos de encuentro, una fascinación por el extrañamiento, por una narrativa que tiene de lúdico y terrorífico, por una profunda influencia de lo emocional y poético. “Los llanos” de Falco se presenta dentro de ese contexto como algo en apariencia opuesto, una novela sensible escrita desde un lugar donde la quietud del campo representa una especie de búsqueda o redención para el protagonista.

La narración en “Los llanos” es emotiva, fragmentaria, autoficcionada, de imágenes y sentimientos potentes. Falco nos cuenta la historia de un escape al campo, la decisión del protagonista de dedicarse a una huerta como modo de sanación por el quiebre de una larga relación. El campo se presenta entonces como un escape en lo literal y metafórico, es un volver a la infancia, a los recuerdos, a las historias. En algún sentido a algo tan eterno e inalterable como el pasado. De a poco el llano va influyendo en el desarrollo del narrador y de los accesos que nos entrega de su pasado: el vínculo familiar, el saberse diferente, el cuestionamiento de los modelos culturales que impone el campo, las historias que nos contamos y la literatura. 

Para mostrarnos el tránsito de su protagonista, Falco recurre a la huerta. En “Los llanos” la huerta se presenta como una especie de recurso que nos permite entender el estado del narrador, pero, al mismo tiempo, de nosotros mismos. La huerta, los cuidados de esta, la frustración de que las semillas no germinen, que el clima les haga daño, que la dañen los insectos, la ansiedad, la alegría de ver esos primeros brotes, la satisfacción de proveerse uno mismo el alimento. Todos estos elementos nos remiten directo a la vida misma, a sus ciclos que son como las estaciones. Hay épocas más o menos difíciles. Hay que tener cuidado con nuestras relaciones, nutrirlas, no regarlas de más, darles sol y mantener lejos las pestes. También hay que saber esperar las cosas, y, cuando estas llegan, entender que pueden ser distintas a lo que imaginamos y eso está bien. Aquel es el tránsito que sigue el protagonista de “Los llanos”, a quien vemos pasar por distintas estaciones, tanto en lo físicamente perceptible como en lo emocional, hasta llegar a un punto donde la sanación no es necesariamente el resultado final, sino más bien la aceptación, la capacidad de seguir un camino con las heridas del pasado, de lo que ya es inalterable. Una vez lograda esa aceptación, lo único que queda es vivir.

“Los llanos” es un libro reflexivo y sentimental, una novela escrita desde los silencios y los vacíos que no me ha dejado indiferente y una invitación para conocer lo mucho que tiene para ofrecer la literatura latinoamericana.


Mauricio Rojas

Escribo un poco para escaparme y otro tanto para encontrarme. También para llenar esos vacíos y poner en duda todo aquello donde se presuma certeza. Por último, escribo por contradicción, por impulso y por necesidad. En palabras de Lihn: “porque escribí estoy vivo”. Además de escribir, en Irredimibles coordino las publicaciones en Instagram.

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