Metaversos: Fran Ignacio Mendoza

Fran Ignacio Mendoza, poeta y escritor en narrativa.

Nacido extremeño, a muy corta edad comienza su aventura por conocer, indagar y descubrir otros mundos, al trasladarse con su familia a Catalunya y poco después a Mallorca. 

Ya de adulto la palabra ha estado siempre presente para describir horizontes, realidad o ficción, en viajes por diferentes países y dentro de España.

Ha sido editado por diferentes editoriales desde 1999 hasta la fecha, además de colaborar en revistas literarias entre ellas :

Extremadura7días, Antrópika, Trépanos, Poesía Líquida, Tribuna, El Espejo… Y tener algunas reseñas en Librújula, Todoliteratura, La voz de Asturias, TotLleida, Puentes de papel, El papagayo verde, entre otras.

Toda la información sobre sus libros, eventos y presentaciones están en el blog: http://fransilvania.blogia.com/

Los poemas seleccionados, pertenecen al último poemario «Lo que no confesé a Nikola Tesla»  
publicado en Ole Libros

  1. Hoy 

Acabo de acordarme 
y sé que si no lo escribo, 
se me olvidará en un instante. 

Las calles de la ciudad se funden 
al descubrir que no hay fronteras 
y, a veces sí, hay barricadas 
y fuego. 

Entre las llamas se cuelan los viejos tiempos 
para adiestrar con pompa y boato, 
reconstruir un proyecto fallido 
años atrás. 

Hoy, reordeno mis recuerdos… 


  1. Quédate un rato más 

Fue nuestro momento más cercano. 
Te vi entrar en tu estudio-taller, 
Empujando apenas la puerta hinchada. 
Su herrumbre se resquebrajó fácilmente, 
la humedad influyó en el desgaste 
que adquiere la materia con el tiempo. 
¿Desde cuándo no venías? 

Tus lágrimas se secaban en un librillo 
para anotar penumbras, fórmulas, 
notas y recuerdos de otro mundo. 

Los ángeles visitan nuestros silencios 
justo un segundo antes de despertar. 
Las nubes se alejan del sueño 
y me hundo en profundas aguas oscuras… 
Tú, quieres salvarme y te hundes conmigo, 
mientras miles de ojos intrusos nos observan, 
parecen deleitarse con nuestro hundimiento. 

Abren sus bocas como sacos de estiércol 
y nuestra respiración se hace más densa 
y apagada. 
En la oscuridad, no hay nada más que oscuridad, ni siquiera un hilillo de luz 
por donde atisbar. Nada. 
Acuático desvanecimiento. 

La puerta se ha cerrado de golpe, 
como una lámina de amianto 
repleta de inscripciones en lenguas extintas. 

Asustado, te susurré al oído: 
—Quédate un rato más.. 

Tus ojos me miraron desde un abismo. 

—¿Nos hemos perdido? —dijiste. 

Respondí, acercándome más 
a tu cuerpo húmedo y, 
te abracé con fuerza, 
mientras me besabas. 

Ese beso fue distinto, 
gélido, de otro siglo, 
pero yo desperté un volcán interior 
para socorrerte en la hipotermia. 


  1. Una ilusión, otra luz 

¿Otra luz? 
Ayer, lo de ayer 
lo de tantas veces, tantas que 
hemos perdido toda cuenta, 
aunque sigamos el camino 
en nuestra propia evolución,  
en su dejadez, la visión es humo negro. 

Si estuviste alguna vez, no te reconocí. 
Fuimos desvaríos a deshoras, 
náufragos de un pasado inconexo… 
Las calles no tenían los mismos nombres,  
nosotros no sosteníamos el peso de la mirada. 

Veníamos de otro planeta 
o más bien, de orbitar 
al borde del letargo 
hipnotizados por unas notas 
que hicieron sentirnos descubiertos, 
un enjambre de héroes por un día, 
únicos. 

Parte de lo que la mañana calla, 
lo que olvidó la noche, 
lo que traerá el nuevo día… 
lo que oprime el pecho. 

Lo velado años ha, 
lo inesperado 
que tanto sorprendiera, 
lo que ya siendo previsible 
no emocionara. 

Ojalá hubiera sido capaz de ser yo, 
tener otra luz y no opacarme. 

Ser uno de esos seres 
que tienen como objetivo 
adormecer a los niños 
que un día fuimos. 

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