Se cumplen ocho años de la muerte del escritor uruguayo Eduardo Galeano y no quería dejar pasar esta fecha sin recordar la primera vez que lo vi.

Era mi primera Feria del Libro en Madrid y yo caminaba por el parque del Retiro curioseando en las casetas. Quería localizar la caseta de la librería Traficantes de Sueños, donde un rato después Eduardo Galeano iba a firmar ejemplares de “Espejos”.

Quizás iba barruntando qué decirle, quizás soñaba con que fuera algo que luego en su siguiente libro se transformara en una de sus fábulas que empezara con “Pablo Llanos me lo contó”.

Aún era pronto y en la caseta en cuestión no había público, solo un chico hablaba con el responsable que, en confidencia, nos dijo que nos pusiéramos a hacer cola porque se esperaba mucha gente. Me puse detras de él y la cola empezó a formarse tras nosotros.

Cuando llegó Galeano, se sentó dentro de la caseta y el chico que me precedía le tendió un libro para que se lo firmara: Es para mi novia, dijo. Y se fue. Ya tenía a Eduardo Galeano delante de mí, separados por el mostrador de la caseta. Cuando me disponía a alcanzarle mi ejemplar de Espejos, lo miró sin cogerlo, se giró y le dijo al responsable de la organización, “¿No puedo salir ahí afuera?. Y firmar ahí los libros. Delante de la caseta nomás”. El responsable se puso serio y le dijo que eso no era posible, que había mucha gente y sería un problema de seguridad. Eso iba contra las normas. Galeano le sonrió y le respondió en tono paternal: “Vamos a saltarnos la ley.” – me miró, guiñó un ojo y añadió – “no será la primera vez”.

Galeano, salió delante de la caseta, firmó mi libro y el de las decenas y decenas de personas que había detrás de mí. Yo no supe qué decirle excepto un gracias que, probablemente, no sonó a lo que deseaba agradecer, pero me quedé este momento para de vez en vez repetir: “Me lo dijo Eduardo Galeano”.


Descubre más desde

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo