Charlamos con Víctor Colden (Madrid, 1967) a raíz de la publicación del libro de relatos «La cinta verde». Licenciado en Filología Románica, la editorial Libros Canto y Cuento publicó en 2019 su novela Inventario del paraíso y en 2020 la colección de prosas literarias Gazeta de la melancolía. Tras el relato autobiográfico Veinticinco de hace veinticinco (Newcastle Ediciones, 2021), vio la luz su novela Tu sonrisa sin temblar, publicada por Pre-Textos un año más tarde. y Mañana me voy (Abada Editores, 2023).

Supongo que por puro interés personal y también por una especie de decantación de experiencias vividas, de historias escuchadas, de libros y películas que nos impactan de una forma u otra a lo largo de los años. En los últimos cuatro o cinco, fui acumulando apuntes para relatos y algunas ideas que quería transmitir acerca del tema. La cinta verde nace de esos dos impulsos: un impulso narrativo y un impulso reflexivo, el deseo de entender el cómo y el porqué de algunas situaciones, de dilucidar los matices de sentimiento presentes en toda historia de amor.

Tuve claro desde el principio que se trataba de historias independientes y de desarrollo corto. No me parecía que tuviera sentido intentar alargar ninguna de ellas, o combinar varias, para hacer una novela. Escribir ficción ya implica cierto grado de arbitrariedad o incluso de capricho —desde luego, de juego también—, y no creo que puedan forzarse en exceso las cosas sin que se resienta el resultado. Por otra parte, desoí a algunos amigos que me decían que los libros de relatos no se venden, que no interesan, y me aconsejaban que escribiera una novela.

Sí, siempre me ha gustado este género. En mi adolescencia y mi juventud, fui un fervoroso lector de cuentos. Stevenson, Poe, Chéjov, Turguénev, Azorín, Cortázar, Borges, Barbey d’Aurevilly, Pavese, McCullers, Hemingway, Grace Paley…, por no mencionar Las mil y una noches, El conde Lucanor, el Decamerón, Los cuentos de Canterbury, las Novelas ejemplares de Cervantes… La lista sería enorme. Más tarde creo que fui alejándome un poco de los relatos, sin llegar a abandonarlos. Quizá las influencias más cercanas en La cinta verde pudieran rastrearse en mis admirados Bernardo Atxaga, Felipe Benítez Reyes, Gustavo Martín Garzo o Juan Eduardo Zúñiga.

La cinta verde
Victor Colden

Abada Editores
Año: 2025
Páginas: 168
Formato14 x 20
isbn: 979-13-87521-23-3

La acción de cada uno de los siete relatos del libro transcurre en el lugar que me pareció más acorde a las historias que cuentan. Esos escenarios no son mero telón de fondo, sino que cumplen una función, por pequeña que sea, en el desarrollo narrativo: me hacía falta el río Omaña, me hacían falta París, Nicaragua, Ciudad Real o Islandia para contar lo que quería contar. Dicho esto, también es verdad que busqué cierta diversidad geográfica con la intención de ganar en amenidad.

La lengua española, en todas sus variedades, es una de mis grandes pasiones, y aprender palabras que desconocía, de este o del otro lado del Atlántico, una fuente siempre renovada de placer. Por otra parte, aunque soy de ciudad, desde muy joven me gustan el campo, la montaña, los bosques, los ríos. Eso se nota en La cinta verde, sí, y también, creo, lo mucho que disfruto empleando las palabras de la naturaleza. Pero mis conocimientos en esta materia —como en tantas otras— son muy limitados, y autores como Delibes, Abel Hernández o el Jesús Carrasco de Intemperie, por citar unos pocos ejemplos, me quedan a años luz.

Me he dejado cosas —historias, ideas— para otro posible futuro libro de relatos o para un proyecto de novela que ha ido tomando forma en los últimos años. Decía Jung que el amor es «algo acerca de lo cual nadie sabe nada a ciencia cierta». Creo que me gustará seguir indagando en ese enigma.

En uno de los cuentos del libro se habla de esas bolas de cristal que encierran una casa, un paisaje o unos personajes minúsculos sobre los que cae la nieve si las agita uno un poco. Me gusta pensar en cada uno de los relatos de La cinta verde como en pequeñas bolas de cristal de ese tipo. Mi deseo sería que los lectores las fueran tomando en sus manos y las agitaran para ver cómo cobran vida los pequeños mundos que hay en ellas, y que luego se quedaran embelesados unos segundos mirando cómo cae la nieve… Con suerte, algo de lo que vean se quedará grabado en su memoria. Un personaje, una escena, unas palabras, una emoción.
Respecto al Víctor Colden del futuro, me temo que no será muy diferente al de ahora o al de ayer. Habrá variaciones más o menos ligeras o aparatosas —el cambio es inevitable—, pero creo que la mirada y la voz no cambiarán.


Pablo Llanos Urraca

Colaborador en publicaciones literarias. Ha publicado el poemario “Manual de Modelado de Corazones para Hombres de Hojalata” (Ed. Cuadranta, 2022) y artículos en revistas como Quimera, Culturamas, Purgante o Letralia. Sus relatos han sido publicados en publicaiones como Orsai, Librújuja, Pluma Fanzine, Madera Berlín o Pappenfuss. Cocreador del magazine Irredimibles.