Cuatro poemas de “Pisando cristales rotos” de MMar Estévez

Decía Oscar Wilde que para vivir muchas vidas hay que estar dispuesto a morir muchas muertes. “Pisando cristales rotos” nació primero como libro de artista, que ahora figura en la foto de la portada del poemario. Ese libro tiene muchos simbolismos. Es una vida que ya terminó (andar) y comienza otra vida (es un libro) tiene la suela abierta con piedras en el tacón, significan todas las cosas que nos causan dolor, que escondemos muy dentro, casi como si no hubieran existido. 

De la suela sale un poema en acordeón (último en el poemario) que cuenta una vida a lo largo de la luz de un día. Tiene 7 estrofas, como los días de la semana y 28 versos, como las fases de la luna. Lleva un calcetín de lana como si fuera la coraza que nos ponemos ante los demás y los cordones llevan dibujos de guitarras eléctricas. La música que nos ata a la vida. 

Pero todo eso es el libro-objeto de artista. “Pisando cristales rotos” es, en su nueva vida, un poemario editado en 2024 por La única puerta a la izquierda.

En él conviven: el amor, el desamor, la ilusión, incluso la esperanza. Algo muy cotidiano. Pero las metáforas en cada poema están llenas de naturaleza, de universo, de lluvia. Cada uno de sus 5 capítulos comienza con un poema visual y un haiku. Son las fases de la luna. Comienza con la luna nueva y va pasando por el resto de sus fases, finalizando de nuevo en luna nueva cuando se sumerge en la oscuridad.

MIRADA

Mirar al amor desde dentro.
Cerrar los ojos y ver su alma.
Retener el temblor que provocan
su calidez y su esperanza
y no pensar en lo que hay fuera.

Mirar al amor y sentirse a salvo
en el refugio de un abrazo.
Reconocer cada senda
y beber en los manantiales
de los mapas de otra piel.

Mirar al amor y no medir
la geometría de su alcance.
No perimetrar su permanencia
y dejar fuera la soledad y la intemperie.
Que no existan el tiempo ni el espacio.

RIVALIDAD

Las gotas de lluvia piensan en ti,
porque el agua tiene memoria y recuerda.
No se olvida del fluir de tu sangre ,
ni de tu cuerpo nadando entre las olas.

Adormilada aún, alargo mi mano,
noto tu cercanía esta noche
y siento la humedad de tu boca
reptando lentamente sobre mi piel.

Toda el agua piensa en ti
y envidia esa violenta sed de felicidad
que se esparce sobre nosotros,
como el cielo sobre la tierra.


LA LLUVIA

De repente la lluvia,
Una llovizna suave y sin color.
Sentados en un banco del paseo
nos dejamos empapar por ella,
nos refugiamos en un abrazo
y escuchamos el latido de la vida.

El agua golpea sin violencia las hojas de los árboles ,
Que sucumben sinuosas en una leve danza.
Las flores se encogen sobre sí mismas
para proteger sus estambres.
El asfalto oscurece su color,
se mimetiza con el cielo como un camaleón.
y las aceras reflejan una ciudad deforme,
con luces que levitan y se posan en el suelo.

Mientras el aire se vuelve translúcido,
tú y yo nos sentimos líquidos
y pienso que quizá otro modo de amar
es descubrir juntos los nenúfares
que forman las gotas de lluvia
estallando sobre los charcos en las aceras.

LOS PRESAGIOS DEL CIELO

El alba me despierta con tu recuerdo.
El deseo de sentirte cerca bulle en mí
como un incesante burbujeo de espuma.
Explota en el núcleo de mis células
y las eleva hasta el cielo sangrante.
Las rodea una fina membrana de tiempo,
un tiempo infinito que las separa.
Un tiempo y un terror que se expanden
hasta mis pies heridos, que supuran sangre,
por el dolor de otros recuerdos aún tiernos.
Siento el miedo agarrotando mis dedos
que tiemblan ante tus manos abiertas.

¿Cómo pisar de nuevo el cristal del amor?
¿Cómo caminar de nuevo por su superficie
temiendo quebrar la fragilidad que está naciendo
y no sentirse culpable del miedo al fracaso?

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