Nuestra firma invitada para esta ola de calor es uno de los polares del relato contemporáneo en España: Hipólito G. Navarro.
Es uno de los escritores más originales de cuentos español de la actualidad. Sus relatos se caracterizan por abordar lo cotidiano desde una perspectiva inusual: “las mismas cosas, pero vistas desde el ángulo más raro posible” y siempre matizado con una fina ironía.
Hipólito, en su aspecto físico, me recuerda a un profesor de Lengua y Literatura que tuve en el bachillerato; excéntrico, original e incontestable. El que “parecía que le faltaba un tornillo” pero “sabe más que Lepe”. Hipólito, sin tener el honor de conocerlo en persona, me inspira confianza (aun siendo yo desconfiado) quizás, por esa tranquilidad musical que desprenden los campechanos; los que son ciudadanos con los pies en la tierra, por muchas veces que haya tenido que volar para tocar el cielo de la literatura. Y en lo referente a su literatura: los micros, relatos, cuentos…, destaco, como lector, esa originalidad basada en el sentido del humor para darle la vuelta a las cosas.
El onubense afincado en Sevilla es un tipo directo, sin tapujos, que no solo escribe (“no hay nada más absurdo que escribir porque antes se ha escrito”), según sus propias palabras; él va más allá: le gusta experimentar con el lenguaje, romper con lo establecido, tratar un tema de siempre para darle un punto de vista que nunca se haya leído con anterioridad. Usa la ironía como arma transgresora, en cuanto a la estructura de sus microrrelatos, convirtiéndose en un referente del género para varias generaciones que hoy en día le deben algo más que haberlo leído. Más bien, el haber bebido de su fuente. Lo mismo que él hizo respecto a su maestro Cortázar.
Hipólito G. Navarro ha tenido la gentileza de ceder a los Irredimibles dos de sus textos cortos más celebrados, “Meditación de Vampiro” y “Hostal en la ciudad vieja”, ambos contenidos en su libro “Los últimos percances”.
Estamos seguros de que esta no será su única aparición en Irredimibles porque cuando Hipólito G. Navarro despertó, el pez volador aún seguía allí.
Meditación del vampiro
En el campo amanece siempre mucho más temprano.
Eso lo saben bien los mirlos.
Pero tiene que pasar un buen rato desde que surge la primera luz hasta que aparece definitivamente el sol. Manda siempre el astro en avanzadilla una difusa claridad para que vaya explorando el terreno palmo a palmo, para que le informe antes de posibles sobresaltos o altercados. Luego, cuando ya tiene constancia de que todo está en orden, tal como quedó en la tarde previa, se atreve por fin a salir. Su buen trabajo le cuesta después recoger toda la claridad que derramó primero. Por eso se ve obligado a subir tan alto antes de caer, para que le dé tiempo a absorber toda esa luz y no dejar ninguna descarriada cuando se vuelva a hundir por el oeste.
Luego en el campo, paradójicamente, se hace de noche también muy pronto.
Los mirlos apagan sus picos naranjas y se confunden con el paisaje.
Y agradecido yo, me descuelgo y salgo.
Hipólito G. Navarro. –
Hostal en la ciudad vieja
Sobre la mesilla, junto al despertador, reposa un libro de título curioso: Guía de edificios apuntalados de interés. En la página 37 tiene disimulada una errata: donde dice «Caso antiguo», debería decir «Casco antiguo».
El turista sueña toda la noche con paredes que encima se le caen, sin poderlo remediar. Se trata de una pesadilla con errata o clave camuflada: además del sueño de un turista, es un sueño futurista.
Hipólito G. Navarro
[…] «HOSTAL EN LA CIUDAD VIEJA» […]