Club poético: Adriana González Pascacio

Adriana González Pascacio, Mexicana, Tixtleca de nacimiento, en resignificación actual de importantes procesos, parte de la comunidad docente y eterna simpatizante de la música tradicional; avanzando en sintonía con la errante realidad, participe de grupos tradicionales de son Tixtleco, investigadora y ponente independiente, colaboradora en la reciente antología “Aroma del atardecer ll” y con participaciones en revistas digitales como Kametstka y Santa Rabia Poetry, aprendiza de todo, erudita de nada, camina disfrutando y respetando siempre los propios y constantes cambios, hoy comparte vicisitudes en estas narrativas diversas.

Gorjeo.
En todos lados
la vida se aferra,
existe,
en pocos lados se desarrolla
pero persiste.

Reptando,
animal bicéfalo,
ambos cerebros
son míos, pero no.
Ambos cerebros son tuyos, pero no.

Se duplican las ideas
en hábitats diferentes.
constantes pero inconsistentes.

¿Qué piensas ahí?
¿Qué ves desde ahí?

Cuánta forma de vida existente
ve al mundo consciente,
inconsciente,
insistente.

Arácnidos suben, escalan.
verde en mi perímetro
secos los decímetros,
a pasos aligerados
descubro que el líquido fluye
entre experiencias,
entre inocencia.

Complacencia particular.
Propia.
Te veo, examino tus líneas.
Remembro la háptica
de la que fuimos víctimas,
añoro ipso facto
las manos,
el tacto.

Mi nihilismo estupefacto
que se esfuma
probablemente inexistente,
construido vagamente;
al observarte anaranjada
creí vehemente en un valor,
sí,
inherente a esta existencia vana.

Cuánta falacia he presenciado
o creado.
Cuánto prócer he imaginado,
respetado.
Hoy frente a este sutil espacio fértil,
respiro la ubicuidad
la hago mía,
la cuido,
la expongo,
y disfruto con asombro
en mi ubicación topológica,
desde el hueco cómodo
al ser que repta,
animal de dos cabezas,
y me tira con simpleza
hitos que me sentencian
a seguir con la ahistórica
antípoda de mis presencias.
Fin
Muerte garbosa
arribas sin avisar a nadie,
te cedo con pleitesía
mis aromas y mis detalles.

Físicamente Inerte, eventualmente eterno,

seguro de que me tienes
y que hoy soy parte del heno,
sonrío de donde veo
a mis amadas almas
y les pido
sin recelo,
acepten que extendí mi aura.
Apofenia.

Extrañé tu pareidolia;
burrito, oveja, cocodrilo.
Evocando lo específico,
situando en lo extrínseco
a mis pensamientos impíos.

En ese mar de tela necia, que suelo sostener
cuando con delicadeza
se embelesa nuestro ser,
las palabras no se expresan,
nos van a desvanecer.

¿Qué elevada situación experimento aquí?
Con jocunda pleitesía
sucumbí en ti.

Extenuantes ires
preferentes venires,
que tu expreso sabor
tu incesante pudor
hace flotar nuestro humor.

Aires que van siendo
todo lo que estamos sintiendo,
no estamos aquí,
estamos sucediendo.

No camino de tu mano
de dedos largos y arqueados,
camino de tu espalda
y sigo en esta estancia
del superficial sentir.

Admiro tu moranza
agradezco el existir
de tu espléndida mandíbula
que se desliza
sobre el dulce de leche,
que aromatiza
la epidermis de quién te cita,
cuando la noche empieza a devenir.
Permaneciendo.
Vaciando gotas de suspiros,
en la distopía que contemplo,
viviendo, respirando en giros
y danzando al son de un estruendo.

Epifanías ignotas de mi realidad,
resonando fuerte, sin claridad.
marcando un punto de partida,
dónde planeaba mi huida
me quedo a sanar mi herida
y buscar una tal verdad.

Y aún en lo desconocido,
con la certeza del derrumbe emocional
tratando de equiparar lo perdido,
me reconstruyo,
busco esperando encontrar.

Observando mi existencia,
voy descubriendo mi esencia,
en mi cotidianidad,
caminando en confusión,
cayendo en la vanidad,
aterrizo en mi razón,
cuál se vuelve a deplorar,
al encontrar desazón
en esta simulación,
sintiéndome irreal.
Al soliloquio de mis lamentos, 
voy escuchando al viento,
quién susurra con premura
que abrace esos sentimientos,
que transite a la soltura
y en la grácil abertura
qué apertura a mis adentros,
erigir verdades con duda,
hasta el final de los tiempos.

Bailando al son
de la improbabilidad
sigo en la inestabilidad
sigo sin una misión
buscando con atención,
significando en eufemismos,
no cayendo en espejismos,
magnifico mi intención.

Y al parar de buscar
eso que tanto deseo,
iba a prisa y no lo creo,
no existe una tal verdad,
me queda experimentar
quién voy siendo al moverme,
ahora busco rehacerme,
me quiero identificar.

En mi mayor paroxismo
al descubrir lo inminente,
admitiré el hedonismo,
le construiré su obelisco
y viviré en el presente.

Pretendía definir
una verdad absoluta,
y una vida impoluta
que insistía en construir,
mas goce y aprendizaje,
se van impregnando conmigo,
acrecentando el bagaje
y yo estando como testigo,
mis verdades, son pasajes,
transitando en mi camino.

No soltaré mi equipaje,
no buscaré más motivos
abrazo mi personaje,
ya no pienso en darme un tiro.

En el Club Poético de Irredimibles se dan cita poetas inéditos, poetas publicados, poetas amateur, poetas noveles, poetas profesionales, rapsodas y quienes se acerquen al mundo de la lírica en cualquier formato de la mano de Victoriano Campo y Laura Márquez.

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