1.-Madera laqueada blanca. Dientes de leche que aguardan en sábanas rosadas de Little Twin Star. Ilusión latente de que después de la sangre y el dolor viene un premio.

2.-Cama individual de madera laqueada que luce cada vez más pequeña bajo el peso de un cuerpo cada vez más grande.

3.-Catre de metal, cama individual, colchón hundido y sábanas blancas con dibujos de corazones.  Noches sudorosas. Sinfonía de crujidos y gemidos. 

4.-Cama matrimonial que parece cómoda, pero apenas se usa. Tanto por aprovechar y tan poco tiempo. 

5.-Sofá cama. Dormir en tiempo presente y soñar en tiempo futuro. 

6.-Cama individual de madera de caoba. En la oscuridad se escucha muy nítido un tic tic tic de patitas de insecto sobre el vaso de agua. Son cucarachas voladoras.  No hay descanso rodeado de plagas. 

7.-Cama matrimonial, colchón de alta gama y sábanas suaves para dormir la resaca de los pequeños logros.

8.- Cama matrimonial, colchón de alta gama y sábanas suaves, ahora más gastadas, acogen el cuerpo adolorido y los ojos hinchados

9.-Futón prestado en piso compartido. Refugio provisional de la memoria del colchón anterior.  La noche difumina las formas, las fronteras se expanden y la mente confunde el tiempo.  

10.-Cama matrimonial, colchón de alta gama todavía más gastado. Espacios nuevos y amores nuevos en sábanas que albergan el eco de ronquidos pasados. Risas, migas de galleta y papeles de gominolas.

11.-Individual con colchoneta de Ikea. Se puede tiritar de miedo en cualquier sitio. Diferentes pestañeos nocturnos y la misma oscuridad.

12.-Cama baja de estilo japonés, colchón de semillas tamaño king size. Sábanas limpias, almohada premium y sueños cercanos. El reloj en la mesa de noche, con su tic tac implacable, recuerda que nada es eterno.

13.-Colchón ortopédico, olor a lejía, pijama quirúrgica, respiración forzada y el deseo de volver a dormir bajo la mirada atenta de tus ojos rasgados.    

A veces es lo único que se necesita.    

Verónica Avilés Calderón

IMAGEN: “El Dormitorio en Arlés” 1888, Vincent Van Gogh. Oleo sobre Lienzo.

4 comentario en “Trece Camas, por Verónica Avilés Calderón”
  1. Como se suele decir: Trece, mal número si no crece, pero tratándose de camas el dicho aún cobra más sentido. Este inventario de camas que deja entrever un inventario de experiencias podría esta entre cualquiera de las listas de Perec.

    1. ¡¡¡Buenísimo!!!
      Una lista que no te la acabas. Trece capítulos, trece escenas a construir, ¿a recordar? De isla en isla en tu Odisea horizontal. Y esa inefable cama postrera sin patas.
      Séame permitida una mínima contribución: el sofá sofá. Esta antepenúltima estación doce bis en la que estoy aparcado desde hace unos seis meses, encogido a lo Procusto en su metro y medio, pero en el que celebro una nueva, ¿definitiva?, libertad más allá de pedos y ronquidos.
      Buenísimo
      ¡Salve Verónica!

Los comentarios están cerrados.

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